NO MÁS PROPIEDAD PRIVADA

Por Héctor O. Fajardo/

Al más puro estilo estalinista, el Congreso de la CDMX modificó el Código Fiscal para establecer la obligatoriedad de los propietarios privados de inmuebles (dueños de casas o departamentos particulares) cuyo valor catastral sea superior a los 4.5 millones de pesos a hacer una declaración “informativa” sobre “el estado que guardan los inmuebles destinados al uso habitacional”. A corto plazo, el gobierno decidirá cuántas familias pueden vivir en techos subutilizados; por ejemplo, las residencias de personas de la tercera edad, cuyos hijos ya se hayan independizado. A nivel federal, el programa Médico casa por casa, también busca tener una base de datos sobre el número de habitaciones que tienen los hogares y cuánta gente las habita. La salud es un mero pretexto.

Nos acercamos peligrosamente al trasnochado socialismo que impusieron en su momento Lenin o Stalin en la desaparecida Unión Soviética, donde abolieron la propiedad privada y forzaron a los dueños de casas y departamentos a compartir su patrimonio con dos o más familias. Mientras la propiedad colectiva y la mala administración provocaban una pobreza generalizada, los nuevos burócratas aplicaban la máxima de que el socialismo es el reparto de las riquezas y no de la pobreza, por lo que se despacharon con la cuchara grande para vivir como verdaderos capitalistas en palacetes y “dachas” de verano, degustar comilonas y buenos vinos. En tanto que los soviéticos de a pie se morían de hambre y frío. Vale la pena leer el libro “La Corte del Zar Rojo” de Simón Sebag Montefiore.

La 4T quiere acabar con los “aspiracionistas”, por lo busca que la clase media no se haga de un patrimonio o desee un mejor nivel de vida. Por ello, el proyecto de que el INFONAVIT o el FOVISSSTE construyan un millón de viviendas, pero no tanto para adquisición sino para renta. Seguramente el alquiler será muy barato y como en los años cuarenta del siglo pasado se regrese por decreto a las rentas congeladas, lo que permitía a los más pobres habitar un inmueble con poco dinero en detrimento de las ganancias legítimas de los propietarios, quienes al ver disminuido su ingreso, no daban mantenimiento a sus propiedades como las vecindades, las cuales se deterioraron. El FOVISSSTE ya anunció ese esquema, con lo que el burócrata dejará de tener como incentivo el ser dueño de su propia casa o formar un patrimonio que heredar a sus hijos.

Cuando Luis Echeverría creó el INFONAVIT, también puso como meta a su primer director, Jesús Silva Herzog, la construcción de un millón de casas por año, propósito que no se cumplió. Ahora anuncian el millón, pero en todo el sexenio. ¿Por qué dejar de ser una financiera para regresar a ser constructora, cuando se ha demostrado que el gobierno es un mal empresario? Por lo pronto, este gobierno ya se hizo de las afores no reclamadas para financiar sus programas clientelares, ahora se embolsa miles de millones de pesos del ahorro de los trabajadores para embarcarse en una nueva aventura en la industria de la construcción, cuando -dicho por una legisladora morenista-, hay seis millones de viviendas del Instituto abandonadas por su mala construcción o por estar lejos de los centros de trabajo. Los beneficiarios del FOVISSSTE que decidieron utilizar su crédito para adquirir una casa de descanso en sus periodos vacacionales o “puentes” en Acapulco y que sufrieron afectaciones por el huracán OTIS, no solo no recibieron apoyo gubernamental para las reparaciones, sino que son amenazados con una expropiación por no utilizar de manera permanente su casa. 

Hoy Rusia vive, con limitaciones, un capitalismo disfrazado, por lo que la abolición de la propiedad privada en México nos asemeja más a la URSS estalinista o a la Cuba y Venezuela contemporáneas.

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