Un país dividido y la rebelión de las masas

Octavio Campos Ortiz

Vivimos la tragedia de un país dividido. No podemos salir de la crisis económica, social, de seguridad, de unidad nacional por la polarización de la sociedad. En la historia no se ha producido tanto antagonismo como en el presente. No hubo confrontación tan honda ni entre monarquista y republicanos en el siglo XIX, ni entre liberales o conservadores, mucho menos entre dictadores y antirreeleccionistas, revolucionarios y defensores del régimen, demócratas y golpistas. Tampoco en la Guerra Cristera hubo tanto encono.

La institucionalización del país y el nacionalismo revolucionario que inspiraron a los regímenes priistas dio cohesión a México y aunque hubo corrientes opositoras, la represión gubernamental mantuvo la supremacía y era mayoritaria la población que se mantuvo al amparo del gobierno. La reforma política ideada por don Jesús Reyes Heroles canalizó en la representación cameral a las fuerzas disidentes agrupadas principalmente en la izquierda, quienes desde la política y la tribuna se enfrentaron al gobierno.

Hoy esos debates parlamentarios ya no encausan ni responden a las exigencias ciudadanas y el descontento social se incrementa por la irritación que provocan los malos gobiernos, no solo por su prácticas de corrupción y engaño con incumplidas promesas de campaña. El humor social se encrespa por la polarización que provoca la presidencia misma. Ahora no son confrontaciones ideológicas o políticas, como fue entre conservadores y liberales, republicanos y monárquicos, cristeros y libre pensadores; no, hoy se alienta la lucha de clases: los pobres contra los “aspiracionistas” clasemedieros. Los miserables cooptados por las dádivas de los programas sociales frente a los universitarios que buscan una mejor calidad de vida. 

Esa polarización, ese divisionismo, ese antagonismo alentado desde las esferas gubernamentales frena la unidad nacional y evita que salgamos de las crisis o resolvamos los grandes problemas nacionales.

Esa visión maniquea que se ha provocado impide que avancemos. Pareciera que el régimen quiere mantener la pobreza y la pobreza extrema para, política e ideológicamente, mediatizar al país. Prueba de ello es que hay seis millones de nuevos pobres, los cuales ingresarán no solo a la insuficiencia económica para adquirir la canasta básica, sino que se acostumbrarán a las “ayudas” con fines electorales de los viejitos y los “ninis”. Nada de “aspiracionistas” clasemedieros que quieran estudiar, ser investigadores, profesionistas exitosos con altos ingresos que buscan hacer algo por su país. 

Ese antagonismo por el afán de imponer un proyecto político ha provocado un México sin crecimiento económico que sataniza a los empresarios, inhibe la inversión, se deja de crear empleos y lo más preocupante, activa un México violento ensangrentado con el mayor número de homicidios dolosos en la historia, gracias al crimen organizado que coopta sicarios de entre esos “ninis”.

La polarización continúa, las concentraciones de protestas ciudadanas en contra del gobierno y el obcecado propósito del oficialismo por minimizar las críticas sociales y querer competir cuantitativamente con las manifestaciones populares es otra expresión de ese encono. Feministas, gente en defensa del árbitro electoral, mexicanos en contra de las políticas de la 4T y la violencia y mujeres que reclaman el alto a los feminicidios, son frentes que pretenden ser contrarrestados con concentraciones de acarreados, donde el régimen se arroga la propiedad del Zocalo y de la protesta callejera. Ello sin éxito, porque a pesar de comprar conciencias para que la gente asista, no han tenido la auténtica capacidad de convocatoria de las genuinas expresiones de descontento del mexicano. Que tenga cuidado el gobierno con instigar la polarización en estos mementos en el que el humor social por el desencanto de quien promovía la reivindicación de los pobres se le puede revertir y provocar una insurrección popular.