Armando Ochoa González
Las elecciones de este 2023 son esenciales para el futuro político de México, porque se juegan dos bastiones políticos, el Estado de México y Colima, ahora bien, Morena viene con una serie de desventajas como la nula adhesión de sus fanáticos al partido sino al mesías, la falta de perspectiva política, los escándalos de corrupción, el fracaso del proyecto, etcétera, AMLO con una serie de golpes muy dolorosos a nivel político, entre ellos, perder el control de la Suprema Corte de Justicia, lo que significa que van a “echar” para atrás la reforma al INE por anticonstitucional, y del Tribunal Administrativo, así como las declaraciones de Washington sobre el trabajo de inteligencia hecho por ellos que llevó a la captura de Ovidio, y Sheinbaum, ahora envuelta en una turba neblina que apunta a que se ha dedicado a saquear al metro como su caja chica para pagar su precampaña anticipada, generando una serie de accidentes vergonzosos y graves que arrojaron luz sobre la red de corrupción que hay en MORENA, más todas las torpezas políticas que se esperarían de un títere que le debe todo políticamente a alguien que, de por sí, no es nada brillante.
El punto álgido del 2024 ya empezó, la serie de sismos a nivel político que han acompañado el inicio de este año lo comprueba, es este el último año político de AMLO, o el inicio de un proceso que nos va a retrasar a niveles revolucionarios, justo cuando estábamos a nada de salir de esa terrible pesadilla que fue la revolución.
Conviene, frente a este panorama, preguntarse hacia dónde queremos ir, navegar a ciegas es jugar, y muy peligrosamente, con los peligros de unas aguas en donde no sólo hay tiburones, sino dinosaurios muy antiguos, hipnóticos, y que atrapan a los tontos, como los focos a las polillas, iluminando como único el camino paleolítico de una política que ha sumido a México por décadas, ¡Sí! Este demagogo no es nuevo, es calca de tantos otros cobardes que nos arrebatan la historia, y nos hacen sentir avergonzados de desear más, y trabajar por ello.
Empecemos por el principio: ¿Qué es la democracia? Ese sistema que, por algún motivo, dicta las leyes con las cuales elegimos a esta o aquella persona para que tome una suma de decisiones que nos involucrarán, en mayor o menos medida, a todos. La democracia es el poder del pueblo, viene de dos palabras griegas que significan literalmente eso, y su concepto es muy sencillo: hay una suerte de problemas que requieren solución (por ejemplo, quién nos gobierna) y esa persona ahora tiene legítimamente el poder de usar una serie de aparatos (burocráticos, en el caso que concierne a México) para resolverlo. Bueno, en principio es bastante razonable, hasta suena bien, es más, sonó sensato durante una buena parte de la historia moderna, desde aquél 1997 cuando se ejerció el derecho al voto, y que culminó con la alternancia en el gobierno mexicano, con la victoria de V. Fox, y el sistema empezó a tener más sentido con una serie de reformas que movían profundamente la vida política y civil de un México que poco a poco seguía eligiendo libertad, hasta el sexenio de Peña, cuando, gracias a un México harto de corrupción
y engaños, se obligó a los políticos a doce reformas profundas que reunieron la voluntad de un pueblo que quería ser más libre y quería soñar con la prosperidad.
Hasta que llegó AMLO, y nos fuimos todos al carajo gracias a la democracia.
Pero, ¡Espere un momento! No entiendo, la democracia nos ayudó a ser un mejor país, y poco a poco, dejando de lado la timidez, fuimos valientes y apostamos por ir arriba y adelante, ¿Cómo un tipo como él puede hacerle eso a casi 130 millones de personas? Bueno, si me permite aventurar una respuesta: nunca fue la democracia lo importante, sino los cambios que tuvimos que hacer para hacerla funcionar, me explico: Democracia es exactamente el fenómeno que ocurrió en Salem, aquél pueblo de Massachusetts en Estados Unidos, en donde se le ocurrió a un grupo de colonos, por no sé qué histeria colectiva, que de pronto el demonio se había puesto a tentar a sus ciudadanos, y era momento de expulsarlo con la violencia y la pureza de las llamas; en términos menos eufemísticos, se pusieron a quemar personas que se creía que tenían trato con el diablo, o que usaban sus poderes, es decir, brujas.
Se apunta a que hubieron cerca de veinte personas asesinadas por los juicios de Salem, en su mayoría eran mujeres, todas ellas acusadas de brujería, empleando como evidencia un par de relatos, que sus cosechas eran mejores que la del resto de personas, si algún rival o persona que le tenía encono enfermaba, o por conductas extrañas, y nada más (quizás estoy omitiendo algún otro motivo que no logro encontrar), y en los juicios participaba el pueblo entero, empleándose como acusadores, testigos, jueces y fiscales acusadores, este era el poder del pueblo, el demos kratos que, en su mayoría, consensuada y legítima, decidía la muerte de una persona por métodos terribles, como la hoguera, la horca y el ahogamiento, un espectáculo dantesco del que formaba parte el pueblo, expresando su poder de decisión sobre la vida de las víctimas.
Le pregunto, ¿Es la democracia un método perfecto? Por supuesto que no, la democracia puede ser el peor de los sistemas, le recuerdo que todos los dictadores mediocres, ensañados con el pueblo, temerosos de la libertad han llegado al poder por vías democráticas desde el siglo XX hasta el día de hoy, no es la democracia lo que importa, son tres garantías inalienables que deben ser protegidas frente a cualquier fuerza interna o externa: el derecho a la vida, a la propiedad, y a la libertad, si fuéramos capaces de entender esto, y pudiéramos jugar con estas simples reglas del juego, nos quitaríamos todas esas terribles manchas que llamamos historia, y Alexis de Tocqueville, el máximo autor sobre la libertad y la democracia lo cree, aquí una cita suya: “Sostengo que es una máxima detestable que, políticamente hablando, el pueblo tiene derecho a hacer cualquier cosa”.
Para terminar, le regalo otra reflexión suya, ojalá la disfrute y se la diga a un morenista amigo suyo: “Soy profundamente demócrata, por esta razón no soy de ninguna manera socialista. La democracia y el socialismo no pueden ir juntos. No se puede tener las dos cosas”.