Por Octavio Campos Ortiz
El próximo lunes 8 de marzo, las mujeres se manifestarán en una nueva edición del Paro sin Trabajo, sin Consumos, sin Cuidados. El hartazgo femenino alzará la voz para que la sociedad reconozca su labor y aportación al desarrollo nacional. Será un reclamo al gobierno, a los patrones, a la familia para que las respeten como personas en igualdad de circunstancias que los hombres.
Con expresiones pacíficas, exigirán respeto a su dignidad, reconocimiento a su trabajo, a su papel en casa y a sus aportaciones como estudiante, profesionista, científica, intelectual, obrera, empleada, deportista o artista, sin distinción de raza, credo o condición social y será, sobre todo, un enérgico ¡basta a la violencia!.
Más de cinco millones de mujeres son violentadas cada año. Violencia que lo mismo es física o psicológica en la calle, la escuela, el trabajo y, lo que es peor, en la casa, violencia intramuros, cuyos responsables son la gente más cercana y quien debiera protegerla: la familia. Pero el tipo de violencia más deleznable es el feminicidio, el cual todavía es asignatura pendiente de esta administración. No solo es el número de mujeres asesinadas, sino la baja productividad policiaca, lo que eleva el porcentaje de impunidad. La presión social y mediática es la que ha permitido la detención de los responsables en algunos casos.
Hace un año, conmemorando el Día Internacional de la Mujer, se llevó a cabo la primera edición del movimiento de cero trabajos, lamentablemente no hubo la respuesta deseada y las manifestaciones pacíficas, nutridas, se vieron manchadas por la violencia de los grupos radicales y de anarquistas. A ello se sumó el desdén del gobierno que, carente de políticas públicas eficientes, descalificó la protesta femenina y se justificó con algunas acciones que no remedian la nula atención a las víctimas, la falta de presupuestos para los organismos encargados de la victimización o la amenaza de desaparecerlos. Hace un año, el Ejecutivo Federal no pudo enunciar diez acciones de protección a las mujeres.
Para esta ocasión, el régimen se cura en salud y anuncia medidas de protección, manejó la reducción de algunos rubros en la incidencia delictiva, creó un gabinete especializado y creó protocolos de actuación policial para proteger a las manifestantes.
Pero está ausente la sensibilidad oficial. Así como hace un año se minimizó y desdeñó el reclamo feminista, hoy se insiste en responsabilizarlas de querer boicotear al gobierno, de hacer de la protesta una estrategia de los conservadores para desacreditar al régimen. La víctima es el propio gobierno.
Por eso con desfachatez se prohíja la candidatura a gobernador de Guerrero del morenista Félix Salgado Macedonio, acusado de delitos sexuales, pero con la bendición desde Palacio Nacional y el silencio cómplice de legisladores y dirigentes de su partido.
El empecinamiento por sostener al impresentable ha generado más violencia, incluso contra las instalaciones de campaña del propio candidato señalado, pero también contra las feministas que han sido reprimidas.
Para el gobierno es muy cómodo decir que los movimientos por la dignificación de las mujeres son burdas copias de iniciativas importadas que no son aplicables a nuestro país, y por ello las descalifican y estigmatizan. Pero la realidad los exhibe y la violencia contra las mujeres y los feminicidios desmienten el discurso oficial.