Luis Ángel García
Nuevamente el inquilino de Palacio Nacional mostró sus dotes de propagandista para manipular a la opinión pública y concretar hasta en el último día de su mandato -mediante un abyecto Congreso-, su venganza personal contra un Poder autónomo que se negó a claudicar ante el presidente absolutista, quien se indignó por una supuesta descortesía de la ministra Piña hacia la envestidura monárquica del tabasqueño en un aniversario de la Constitución de 1917. Ese es el meollo de la dichosa reforma, no existe la voluntad política de modernizar la estructura de la impartición de justicia, sino hacerle pagar caro su insolencia a la ministra y castigar a la Suprema Corte por no aceptar la sumisión ordenada por el Ejecutivo, además de frenar sus inconstitucionalidades.
Nunca hubo la intención real de modernizar o reformar al Poder Judicial, ese fue un mero pretexto para revestir la exigencia de renunciar a todos los ministros, no van ni siquiera por la elección popular de magistrados y jueces, el mandatario solo quiere vengar una afrenta y se conforma con legitimar el despido de los integrantes del Máximo Tribunal.
La elección popular de los togados es una ocurrencia más del mandatario, como lo fue la cancelación del AICM en Texcoco o el impedimento para que se instalara una cervecera en Mexicali, a pesar del detonante económico que representaban ambas obras. Utilizó la ignorancia del pueblo bueno y sabio para exhibir a los expresidentes a sabiendas de que nunca los llevaría a la cárcel por corrupción, solo era llevarlos al patíbulo mediático. Las consultas y este tipo de elecciones como el uso de la revocación de mandato solo son recursos populistas con fines propagandísticos que manipulan al populacho y a sus enloquecidas huestes.
Es de pena ajena el papel que juega el lacayo Ricardo Monreal, quien sin autoridad política ni moral, se ha prestado al juego perverso de dar un golpe de Estado a un Poder que debiera ser su par y que ha demostrado más respeto por la ley y la Cata Magna -y eso que el zacatecano es doctor en Derecho y supuesto constitucionalista-, que todos los legisladores; Monreal -que se da tiempo para echarle el hombro a su hija en una obsesión por hacer de la alcaldía Cuauhtémoc coto de los Monreal-, se envolvió en el lábaro patrio para indignarse por la propuesta de diálogo de la ministra Piña con el presidente saliente -autor de la iniciativa- y la entrante -quien la hizo suya y cuya Legislatura la aprobará-, y espetarle que tiene que dirigirse a ellos, a sabiendas de que los foros son diálogos de sordos, donde fingen escuchar a los oponentes y luego votar la iniciativa como la manden con solo levantar el dedo los “legisladores”. Que triste papel el del zacatecano, humillado por el presidente, quien le dio frio casi todo el sexenio, pero como perrito faldero aceptó el hueso que el aventaron. En agradecimiento hoy se presta a la farsa.
En realidad, al inquilino de Palacio Nacional, en sus últimos días de poder absoluto -legalmente-, no le importa lo inviable que es su reforma y el daño que le hace al Estado de Derecho y al ciudadano que pierde el bastión para defenderse de los abusos de autoridad, finalmente el objetivo es consolidar una presidencia imperial, donde se pueda gobernar sin contrapesos. Ni siquiera han calculado los costos de la elección de los jueces, millonada con la que no cuenta la próxima administración. Pero eso no importa si ser juez sin experiencia no es ninguna ciencia, como no lo era extraer petróleo, solo se requiere hacer un agujero y brota el oro negro.
No nos engañemos, solo van por los once ministros para castigar su indolencia, lo demás son daños colaterales.