Por Octavio Campos Ortiz
Después de 20 años, los talibanes regresan al poder en Afganistán. 83 mil millones de dólares desperdiciados para que los Estados Unidos dejen a su suerte a las mujeres y niños de ese país que vivirán las consecuencias de la ley islámica. La muerte y la violencia regresarán al país asiático y sus pobladores perderán los elementales derechos humanos que habían conquistado en una incipiente democracia occidentalizada.
Afganistán no solo es una nación rica en petróleo, sino en opio, por lo que fue ambicionada por chinos, rusos y americanos. Los Estados Unidos armaron a los extremistas islámicos para que enfrentaran a la entonces poderosa Unión Soviética y los sacaran del país. Varias administraciones intentaron derrotar a los comunistas, sin darse cuenta de que estaban creando un Frankenstein. Los talibanes son extremistas que no aceptan el intervencionismo y mucho menos el libertinaje de los occidentales, como tampoco consideran que la democracia occidental deba sustituir al Estado islámico. Finalmente triunfó el terrorismo y el extremismo religioso. Los ganones serán los chinos.
Bajo el control militar de la Unión Americana se formó un gobierno civil más o menos democrático que se abrió a los derechos humanos de las mujeres, fue más laxo con las prohibiciones del Corán, permitió la participación femenina en la vida pública del país y se aceptó el rol de la mujer como profesora, investigadora, política y legisladora. La intervención de las afganas en la política se expandió y pudieron occidentalizarse. Acabaron con las ataduras que arrastran históricamente, sobre todo desde el siglo XII. A La población femenina se le reconocieron muchos derechos humanos y pudo destacar en los ámbitos universitarios, de la ciencia, de la investigación, la docencia, la tecnología, la filosofía y sobre todo desafiaron los dogmas del islamismo.
Pero en pocas semanas, la salida de las tropas americanas por decisión abrupta del presidente Joe Biden y la salida cobarde de un gobierno de ladrones que solo vio su interés personal hace que regrese el terror y se supriman los derechos humanos de millones de mujeres y niños afganos. Vuelven al oscurantismo religioso, a la violencia irracional, a los juicios sumarios, a las ejecuciones callejeras. La comunidad internacional debe avergonzarse de ese retroceso, es indignante que, ante el abandono de los americanos, nadie salga en defensa de las mujeres. Dejar a la población inerme provoca las escenas de los aviones con gente que en pleno despegue cae al vacío y eso no debe quedar en la indiferencia. Recuerdo un cartón de Naranjo publicado en Proceso cuando se supo que el nieto de un político lo había asesinado en Las Lomas, el cartonista pinta a la sociedad emperifollada con un falso desmayo ante un encabezado que dice “El horroroso nieto que horrorizó a la horrorosa sociedad”. No caigamos en falsos lamentos e indignémonos realmente por este atentado contra la vida, la dignidad y los derechos humanos de las mujeres afganas.