Por: Estrella de la Rosa
Llegamos a Bacalar por la tarde noche después de la emocionante visita a Calakmul y Chicanná, pasamos por el centro de la Ciudad Mágica a cenar, estábamos hambrientos, deseábamos tomar un descanso en ese hermoso lugar.
Nos hospedamos en el primer lugar que se nos ocurrió.
Por la mañana nos fuimos directos al Cenote Azul, es un lugar extraordinario para relajarse, nadar en agua tibia con 90 m de profundidad. Ahí estuvimos disfrutando del ambiente, mes de mayo, poca afluencia de gente, poco ruido, buena atención en todos lados.
Después de disfrutar de varias horas en ese gran cenote y de haber comido con calma, decidimos regresar a Bacalar.
Tomamos una calle que inicia en la entrada del pueblo y que circunda por la laguna, no teníamos prisa, sino que nos fuimos despacio.
Pasamos por un pequeño hotel “La Tortuga” a las orillas azules magníficas de la laguna, nos gustó el lugar, regresamos y preguntamos acerca de sus servicios. Sin más decidimos hospedarnos ahí. Habitaciones pequeñas, rústicas, un jardín hacia las aguas tranquilas, lugar para relajarse.
Pasaríamos la noche ahí, nos instalamos, fuimos al bar y comenzó a cantar un chavo, de esos trovadores errabundos que si no se la saben, la inventan. Un pequeño escenario, unos sillones comodísimos, encendieron una fogata, con la combinación de unos tragos, las olas, el viento fresco, la música, se hizo un ambiente único. Ya más tranquilos nos fuimos a dormir.
El silencio es impresionante y el sonido de las olas te arrullan, como si no le debieras nada a Coppel. Por la mañana, durante el desayuno nos invitaron a dar un paseo por la laguna en un catamarán, un barco de doble cuerpo, gran velamen y muy hermoso, había visto uno en Miami Vice y menos subido.
Por supuesto que abordamos el barcote en el pequeño muelle y a disfrutar de la laguna de los siete colores. Nadar en Bacalar es único, aguas transparentes, limpias, tibias, te paseas caminando por esas aguas incomparables.
Traigan a quien quieran, menos al tóxic@. Ahí compartimos el viaje con dos parejas jóvenes de colombianos muy atentos y correctos, hicimos la plática y nos comentaron que Tulum estaba terrible a causa del zargazo.
No sabíamos de ello, sólo lo que la tele te dice. Inicialmente habíamos decidido pasar un par de noches en Tulum, en unas playas magníficas que se encuentran rumbo a Punta Allen, pero creímos que la plaga de zargazo nos echaría a perder esos días.
Nos recomendaron que no fuéramos, decidimos quedarnos un par de días más en esa espléndida laguna, fuimos a un museo que se instaló en un fuerte que en su momento defendió a la ciudad de piratas, comimos unas hamburguesas de camarón únicas en un restaurante a pie de la laguna, el clima único, la puesta de sol y ya por la noche lumbrada, música y descanso. Pasaron volando los dos días.
Y con este calor citadino bebamos agua. Mucha agua