Estrella de la Rosa
Tengo un reclamo a la ignorancia que ha hundido a Don Pancho Villa en la ignominia e injusticia odiosa. Hemos tenido semanas de intenso trabajo afortunadamente, pero escribir el artículo de esta publicación se ha convertido en un vicio y un ejercicio mental que me mantiene lejos de malos pensamientos. -En fin, en fin-, diría el olvidado Don Tomillo. Sostengo la injusticia ante la egregia figura del Sr. General Don Francisco Villa, quien ha sido constantemente vilipendiado por los norteamericanos, quienes sufrieron en su momento del ataque exitoso al pueblo de Columbus en 1916 que jamás le fue perdonado.
El desarrollo de la llamada guerra de guerrillas fue una de las ingeniosas estrategias del General Villa, los gringos no lo pudieron aprehender, siempre se les escapó, esas fueron algunas de las razones por las que fue siempre odiado, sus razones tenían, pero hay mexicanos que comparten opiniones con estos. Pues ni modo, de manera sumaria se ganan el juicio: es mera pose social, petulancia, arrogancia, ignorancia o todo. Constantemente lo acusan de haberse casado 27 veces.
Efectivamente, pero no podemos juzgarlo desde la comodidad del 2023, los conceptos sobre el matrimonio han cambiado, el machismo de entonces así era, hoy no. Que era un asesino, claro que sí. Piensan que en la guerra y a los enemigos hay que tratarlos con abrazos y bombones, la guerra es una constante de violencia desde edades inmemoriales, si hubiera hecho lo contrario, lo mismo, sería un cobarde y de todos modos Juan te llamas, o Pancho.
Consejo e información no pedida: la Historia no se juzga desde nuestro tiempo, se comprende desde su momento, es decir de allá pa´cá. De ahí nace mi queja. Observar la figura egregia de Don Pancho Villa me honra, de lo que tengo diversas razones: Nunca fue un borracho, así lo acusaron los gringos, comparto con él ese vicio por las malteadas de fresa.
Me acordé de esa deliciosa bebida llamada Ice Cream. Mi amado Tío Alberto me llevaba a tomar esa bebida a esa heladería, no me acuerdo de su nombre, ya desaparecida hace unos 25 años, sobre la calle de La Corregidora y Jesús María. Bebida a base de helado de fresa, mi preferido, dos bolas, sin albur, un tanto de crema Alpura, una cucharada moderada de azúcar, se sirve y elabora en un vaso largo, al dejarle caer lentamente agua de Tehuacán y baten con fervor la mezcla con una cuchara larga. Se le hace una espuma deliciosa. Mmmmmm y más mmmmm.
Alguna vez vi un documental norteamericano y trataba a héroes cubanos, entre ellos a El Ché y a Fidel como gorillas, así se escribe en inglés gorila. Qué bien los conocen. Así a mi Pancho. Su asesinato fue toda una alegría para sus enemigos, fueron tan implacables que le siguieron hasta su misma tumba.
Unos gringos (otra vez) borrachos, apostaron que podían robar su cabeza, lo desenterraron, se la quitaron, la escondieron en un rancho y sigue perdida, según Paco Ignacio Taibo II, lo demás se encuentra en el Monumento a la Revolución, junto a su asesino, Don Plutarco. Ironías de la vida, más bien de la muerte. Tampoco se pudo escapar de historias fantásticas: Paco Ignacio Taibo II escribe en su libro “Cuatro Manos” que Stan Laurel, el Flaco, gran cómico gringo de antaño, se peleó con su amante, loco de dolor dedicó varios días en desahogar sus penas con whiskey, en su borrachera amaneció con una mujer y en lugar desconocido, se levantó, se asomó a las ventanas y miró hacia la calle, movimientos desusados de personas atrajeron su atención, miró a un tipo que hacía señales y por la calle se podía ver un Dodge Brother lleno de hombres.
Repentinamente de una casa salen varios sujetos, disparan sobre el auto en muchas ocasiones y huyen. Había presenciado en ese 20 de julio de 1923 el asesinato de Villa. Tomó su saco y se regresó en chinga a California donde residía. Luego se enteró que terminó la briaga en Parral Chihuahua. El Dodge Brother, donde lo asesinaron, lo guardó su última esposa, quien a su vez lo obsequió al Museo de la Revolución en la Ciudad de Chihuahua.
Como siempre un gobernador metiche, ignorante, inculto y poco viajado opinó que el auto había quedado muy dañado y ordenó que lo hojalatearan y repararan. Hoy vemos en el museo, un auto hojalateado y reparado. Solicito su urgente y amable ayuda para conseguir un par de adjetivos para este tarado.
¡Otra vez inhalo y exhalo, ya me enojé y el azúcar como la bolita, según Garibaldi, “…que me sube y se baja, ay…! Un largo trago de agua filtrada. Mi amigo Fedor decía: ¡Salud camaradas! A la memoria de mi Sr. General Don Pancho Villa a 100 años de su muerte.
A T E N T A M E N T E
Una soldadera ah! Y el agua, pues bébanlas, ya me encabrone!!!