Por Estrella de la Rosa
Es un gusto saludarles a todos después del trauma que significan las Vacaciones de Semana Santa, que pareciera que los crucificados somos nosotros, ni modo, ya pasó,
“A palo dado ni Dios lo quita”, reza el dicho popular y aseguran mis compañeras de trabajo.
Agradezco a mi gran amigo Antonio Carrizosa, sus comentarios valiosísimos acerca de la pasada columna referida al “Bullying”.
Por supuesto que no se trata de polemizar, sino de sumar al conocimiento información en temas que me parecen básicos, primero porque soy madre, maestra de Matemáticas a nivel secundaria y abogada que trata asuntos penales en la AEFCDMX relacionados.
Estamos de acuerdo que donde haya una víctima hay un agresor.
Concepto simple de víctima es una persona que ha sufrido daños o menoscabo de sus derechos.
Parece grosero decirlo, pero hay condiciones para alcanzar el nivel de víctima, porque parecen, pero no son.
Ahí les va la tipología de víctima: Inocente, provocadora, imprudencial, voluntaria, por ignorancia, simuladora, e imaginaria, entonces “Dependiendo del sapo, es la pedrada”.
Para el caso específico del Bullying, abuso, acoso, maltrato, entre otros. la víctima se identifica por lo general, como persona ansiosa, deprimida, insegura, de baja estima, falta de amigos.
Agresor se define como aquel que daña, hiere o mata, se caracteriza por ser egoísta, ignora los sentimientos y cree tener derechos sobre los demás, hostil, golpea, acosa, molesta, agrede de palabra, generan rumores, mentiras, aísla a la gente, ofende o anula, entre otras minucias.
Esta descripción es para que se pongan listos, porque cuando este tipo de personalidades se encuentran, es de preocuparse, ahora piénsenlo como padre, si además le añadimos a este caldo atroz la normalización de la violencia, que se define como justificar la violencia para resolver los conflictos y creer que todo se arregla a golpes, ya vimos lo que pasó entre estas niñas.
Esto que expongo es lo usual en todos los estratos sociales, T O D O S, ricos, pobres, señoras y señoritas, grandes, chicas y divorciaditas… cantaba Pedro. No es vacilada.
Todo lo arriba apuntado es para que se identifiquen e identifiquen de quienes se rodean.
Mi Maestro Sergio Jaubert decía: “todos los vecinos son terribles, pero pueda ser que nosotros seamos los peores”.
Tendrán que investigarlo ustedes, sólo es una invitación a reflexionar, lo apunté en la columna pasada: lo ocurrido entre esas niñas se hubiera resuelto inmediata y permanentemente, tal vez con una plática y llamada de atención, hasta amigas hubieran resultado.
¿Nunca les ocurrió? Como todo buen agresor o víctima, dejan entrever carencias e inhabilidades emocionales, lo bueno y lo malo.
La agresividad merece ser tratada por un especialista, si es un niñ@, pero también para los padres o cercanos, que consciente o no, lo han permitido.
En el otro extremo, un menor que presenta baja estima, depresión, inseguridad, en ambos casos requieren de tratamiento psicológico e incluso psiquiátrico.
Esto es uno de los graves problemas sociales para quien se sienta aludido: No nos enseñan a comportarnos, porque no se marcaron límites, lo hemos visto en el metro, restaurantes, en la escuela, niños que hacen de las suyas con papás incapaces de llamarles la atención o pegados en el celular sin importarles lo que hagan.
Por lo tanto, ¿Qué había en la mente de las niñas, cuando una acepta la pelea y la otra golpea a su oponente con una piedra?. Algo podemos inferir, sin estar errados. Nos debe poner alertas lo ocurrido para atender a nuestros hijos, cuidarlos, ponerles límites, apoyarlos sin llegar a ser cómplices, educarlos sin culpabilidad.
Si identificamos en nuestros niños comportamientos inadecuados en la casa o la escuela, no tapemos el sol con un dedo, no esperemos, amarlos es ponerlos en manos de especialistas, si es necesario también nosotros, con ello garantizamos su felicidad y la nuestra.Inhalo, exhalo y los invito a beber agua, lo necesitamos.