Por Estrella de la Rosa
Viajar por el sureste 7/8
Es un placer nuevamente saludarlos, me han pedido repetidamente que prosigamos con el relato de ese viaje por el sureste de México que hicimos, por circunstancias otros temas salieron a colación y regresamos, nos quedamos en que salimos de Tulum, nos pasamos Cobá y nos metimos a un cenote bellísimo.
Entramos al Cenote Xux-Ha (se prenuncia Shush Ja), por una escalera feíta, bajamos y encontramos una especie de cúpula de iglesia gigantesca, tres o cuatro veces más grande que la cúpula más grande de la Catedral en CDMX, se encuentra este lugar como a unos quince minutos antes de llegar a Valladolid. Un cenote bellísimo. Pues a encuerarnos y meternos a esas aguas cristalinas, tibias.
Solo estábamos nosotros. Había una especie de trampolín en la que no perdimos la oportunidad de echarnos unos clavados olímpicos, al frente con tres vueltas de holandés con 7.5 grados de dificultad. Los videos muestran otra cosa, pero así fue. Impresionante la cúpula, con un agujero en lo alto por donde entraba el sol e iluminaba la hermosa cavidad subterránea.
Pasamos varias horas disfrutando también de ese espléndido lugar y pues el hambre es el hambre y nos fuimos a Valladolid, nos alojamos en un hotel que ya conocíamos y nos salimos a buscar qué comer. El hotel es una construcción sesentera que guarda todavía la belleza y elegancia de esa época, se halla casi enfrente del Zócalo vallisoletano. Nos metimos a un restaurante muy elegante, pedimos sopa de lima, infaltable, unas carnes de cerdo enchilado y frijoles, un buen café y a caminar para bajar la opípara entre comida y cena.
Por la mañana volvimos a ese restaurante, un buen desayuno y tomamos rumbo a otra Zona Arqueológica, que deseábamos conocer: Ek Balam. Hablan de la presencia de una serie de estatuas que parecen ángeles, hay unas pirámides muy empinadas, si alguien desea terminar con su vida, ese lugar de belleza insospechada te espera.
Deberemos volver a visitar, antes de que nuestras piernas se nieguen a subir unas escaleras como esas, en las que hallamos en varias de sus plantas varios rastros de animales fosilizados llamados amonites, moluscos extintos de finales del cretácico, por cierto, hay un montón de esos exhibidos en el Museo de Geología de la UNAM o como los que hallamos a un lado de la carretera que va de Esperanza hacia Tehuacán, común su venta en tianguis, eso no lo había visto en unas escaleras.
Tendré que volver a Ek-Balam. Nuestro siguiente destino era Mérida, nos alojamos en un hotel muy agradable a una calle y media del zócalo merideño, inmediatamente nos fuimos al Museo de la Trova Yucateca, regresar ahí fue emocionante al ver una galería de pinturas en la que vimos a puro yucateco de Yucatán, Manzanero, Imelda Miller, Los Montejo, Carlos Lico, Enrique Cáceres, Guadalupe Trigo, etc., cantantes y compositores que hicieron época y de la que cantamos esas canciones de bohemia. Se nos olvidó ir al Mercado a comprar un escarabajo yucateco o Maquech, adornado con piedras multicolores hechos por los pobladores, únicos en Mérida, que se ven bellísimos en tu solapa. Pues como viles dromedarios a beber agua.