Los viajes en tiempos del SARS-CoV-2
Por Nidia Sánchez
Al caer la noche centenares de hijos adoptivos de la Ciudad de México, han salido apresuradamente a reunirse con sus familias en provincia, volcándose hacia las centrales de autobuses que ven entrar y salir a un caudal de gente, sin que exista la capacidad de atender el caos. Las vacaciones también marcan este desplazamiento de fin de año.
Entre altavoces humanos en la Central del Norte repitiendo fuerte los horarios de salida, resulta insuficiente el llamado de hacer dos filas, una para mujeres y otra de hombres.
Ante los reiterados gritos en los andenes, las personas se repliegan e intentan desorientadas formar filas que se rompen al primer llamado de la partida de los autobuses.
Mientras personas de vigilancia, maleteros y choferes se entregan amablemente a la multitud, gases blancuscos para desinfectar aparecen en el ambiente para limpiar el lugar, los equipajes y a quienes se encuentran aglomerados.
Además de los boletos de viaje en mano, las personas tienen su credencial de elector, hacen largas filas para guardar sus equipajes y al abordar al fin el transporte, se preparan para ser filmados uno por uno, para dejar registro fotográfico de cada pasajero, aunado a que se vuelve a tomar la temperatura de cada uno.
Los asientos están ocupados en su totalidad, maletas, mascotas y hasta piñatas entran en los autobuses, que trasladan a cientos de personas que desean más que nunca el encuentro, la convivencia y el abrazo en el círculo familiar.
Algunos pasajeros que viajaron de noche el lunes 21, intentaron mirar por los grandes ventanales la llamada estrella de Belén o la conjunción júpiter-saturno, el solsticio, el clima de llovizna y las nubes impidieron disfrutar en algunas zonas del memorable espectáculo que ocurre cada 800 años.
Y me pregunto, ¿Cuándo la humanidad podría tener la oportunidad de volver a ver este acercamiento de planetas?.