Entre tumultos, fe y compras
Por Nidia Sánchez
El centro histórico de la Ciudad de México en estos días se encuentra repleto de gente y lo comparo con un gran estadio de futbol en una final esperada. Si bien están cerradas las estaciones del metro Zócalo, y a partir de ayer, martes 8, también, Allende, cientos de personas recorren las principales calles del centro para hacer sus compras navideñas en comercios formales e informales.
Es cierto que la mayoría hace uso de cubrebocas, sin embargo, el tumulto de personas que va y viene, es tal, que accidentalmente se dan empujones y roces con las bolsas de las compras.
Aquí no hay sana distancia, lo que sí hay en algunas esquinas, son hombres y mujeres cargando una señalética para recordarnos que estamos en contingencia por el virus que tiene a raya a la humanidad. Bocinas parlantes que difunden las medidas que se deben tomar y que parecen llegar a oídos sordos entre la multitud, una escena dantesca.
En el escenario están altares improvisados, convertidos en adoratorios con estatuas de San Judas Tadeo, Jesús Malverde y la santa muerte, que acompañan a diario a los ambulantes, en una especie de barrios que marcan sus territorios con deidades en los que muestran las preferencias de su fe, y donde estos personajes de yeso parecen batirse en un duelo al estar frente a frente, solo separados por el paso de vehículos.
Los vendedores corren con su mercancía y huyen de las acciones policiales, alertados con gritos y chiflidos por personas que con radios y teléfonos en mano, monitorean la presencia y el movimiento de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Parece una estampa apocalíptica.
Los operativos policiacos arreciaron en esta época decembrina para el decomiso de mercancía en puestos instalados en banquetas. Algunas patrullas y camiones están aparcados en las calles Correo Mayor, La Palma, en el centro histórico, donde decenas de policías permanecen a la espera de una orden superior, mientras otros se hallan desperdigados en puntos estratégicos con chalecos antibalas y el equipo antimotines sobre las camionetas.
A la vista están, además, los músicos callejeros instalados a unos pasos del Templo Mayor. De un saxofón salían las notas musicales que inundaron toda la cuadra de la calle Donceles cerca del Museo de la Caricatura, que me removió un océano de emociones. Acompañado de una niña y un niño, parecía que el joven intérprete había llegado a la ciudad empujado por la pobreza.
Más músicos y organilleros encontré a mi paso, que son parte del paisaje cotidiano vivo. Algunas almas deambulando siempre por las mismas calles como sobrevivientes.
Las obras de drenaje en marcha en la calle Brasil orillaron a que emigrara el turibús que los visitantes deben abordar sobre la vía de Tacuba.
Por estos días los visitantes a esta zona deberán caminar hasta el metro Pino Suárez o abordar cualquier otro transporte para salir de este bullicio con mercancía o regalos para las fiestas de fin de año, donde el gobierno hace un llamado a que las realicen en el más íntimo núcleo familiar, sin invitados, ni concentraciones.
Y me pregunto ¿Cuáles serán las cifras reales de contagios después de las fiestas decembrinas?