Octavio Campos Ortiz
Tenemos más de dos siglos de vida independiente y no podemos lograr la unidad nacional. Veintiún años duró la lucha de Independencia y nuestros ancestros no supieron darle sentido al surgimiento de una nación; entre nuestros libertadores no se pusieron de acuerdo qué tipo de país querían, una monarquía o una república. Más allá de la forma de gobierno, nadie se preocupó por alentar una identidad nacional, combatientes y efímeros gobernantes estaban más ocupados y preocupados por vencer al grupo rival que por esculpir un verdadero nacionalismo en la población.
La vida independiente no trajo la paz social y mucho menos la unidad nacional. Sucesivos golpes de Estado, una guerra civil de décadas, invasiones extranjeras y la imposición de una nueva monarquía, tampoco permitieron madurar una identidad nacional. Tal vez Maximiliano de Habsburgo fue quien más se preocupó por exaltar la mexicanidad, ya que sentía necesario que su reinado no fuera copia de las casas reales, quería ser soberano de todos los mexicanos. Pero los propósitos juaristas interrumpieron esas aspiraciones del malogrado emperador. El arribo del Benemérito de las Américas tampoco trajo la tranquilidad, a pesar de que la muerte de Maximiliano evitó que Juárez continuara con la República en una carreta. La guerra de Reforma impidió que el oriundo de Guelatao, acompañara la pacificación del país con una estrategia para lograr la unidad nacional. Liberales contra conservadores.
El fallecimiento de Juárez, tras catorce años de ejercer el poder, provocaron otro espacio de inestabilidad y efímero gobierno hasta la llegada del general Porfirio Díaz a la presidencia. Gobernó por más de 30 años y pretendió alentar la unidad nacional no solo a golpe de bayoneta, sino con la adopción del positivismo en las acciones de gobierno y en el comportamiento social. Tuvo como ministro de instrucción pública al insigne maestro Justo Sierra, quien veía en la educación las bases de la unidad nacional. Además, el héroe de la Batalla del 2 de abril, reconocía el peligro que representaban los Estados Unidos contra la soberanía nacional.
El esfuerzo por democratizar el uso de la silla presidencial provocó un movimiento social que rebasó los objetivos del idealista Francisco I, Madero, quien solo buscaba sacar de Palacio Nacional al general Díaz; las reivindicaciones sociales lo rebasaron, pero le permitieron convertirse en mandatario, aunque otra vez los asesinatos políticos impidieron que un gobierno civil avanzara en la formación de nuestra unidad nacional.
A pesar de contar con una avanzada Constitución Política que nos reconoce como una República soberana, los sucesivos golpes militares impidieron darle identidad a nuestra mexicanidad. Fue un general y maestro, Plutarco Elías Calles, quien institucionalizó la Revolución Mexicana y sentó las bases de nuestra idiosincrasia, basado en el nacionalismo. En la administración de Álvaro Obregón, José Vasconcelos es nombrado primer secretario de Educación Pública y alentó ese nacionalismo que dio identidad a la población, la que se manifestó en el arte con las obras de los grandes muralistas. Los misioneros de la educación, maestros rurales que llevaron los libros y su lectura a los lugares más recónditos del país fue otra tarea titánica para alentar la identidad nacional.
Sin embargo, en pleno siglo XXI ningún gobierno ha podido arraigar ese sentimiento de unidad nacional, no podemos presumir, como los gringos, de nuestra bandera o del himno nacional, nadie siente orgullo por los símbolos patrios, nos apena nuestra nacionalidad. Octavio Paz decía “pobres mexicanos que cada 15 de septiembre gritan por espacio de una hora, para callar el resto del año”.
La 4T perdió la gran oportunidad de alentar ese nacionalismo, ese orgullo de ser mexicano, y sobre todo, fortalecer la unidad nacional. No es con mensajes de odio que solo alientan la polarización social, el encono y el divisionismo como se puede construir una nueva nación.