Por Octavio Campos Ortiz
En las elecciones del 6 de junio, El presidente, la Jefa de Gobierno y su partido -Morena-, se juegan el todo por el todo. Será vital para el primer mandatario ganar la mayoría de las gubernaturas, así como los congresos locales y retener la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Con ello garantiza la apropiación de presupuestos e iniciativas de ley para mantener su proyecto político.
La cuasi gobernadora de la CDMX también requiere de una victoria holgada para, no solo continuar con su programa de gobierno, sino tener vivas sus aspiraciones presidenciales. La gobernanza incluye el control del Congreso local, de la bancada capitalina de legisladores federales y, sobre todo, imponer a la mayoría de los candidatos a las 16 alcaldías y hacer que ganen. Morena no puede darse el lujo de perder la hegemonía que tiene sobre trece de las 16 demarcaciones -sin contar con Venustiano Carranza, cuyo alcalde acaba de emigrar del PRD a Morena-, gobernando a la mayoría de los mas de diez millones de chilangos que habitan la CDMX y donde está el segundo padrón electoral más grande, después del EDOMEX. La titular del gobierno central debe preservar la Jetatura política si quiere ser la primera mujer presidente en México.
Para ello tendrá que salvar un primer escollo. La nominación del candidato a alcalde en Álvaro Obregón, la tercera demarcación más poblada de nuestra ciudad y donde los grupos morenos ya presentan el signo distintivo de su instituto político: la división y la polarización.
La precandidata que cuenta con la simpatía de quien trabaja en el antiguo Ayuntamiento es la diputada Isabela Rosales, pero por equidad de género es poco probable que ella sea -la alcaldía ha estado gobernada por mujeres los últimos nueve años-, pero en esto no se sabe; luego vienen los que ya fueron y se aferran a volver, como el legislador Eduardo Santillán, chapulín que brinca de un cargo a otro apadrinado por el impresentable René Bejarano, el “señor de las ligas”, que ante su aparente fracaso de regresar al escenario político a través de una diputación federal, busca poner a sus alfiles y uno de ellos es Santillán, a quien encumbró -junto con el perredista Leonel Luna-, en esa demarcación hace más de dos lustros.
También pelean la silla los Batres con la diputada Valentina, apoyada por su hermano el senador Martí, quien por cierto tuvo que recular con su efémera iniciativa que pretendía modificar la Constitución para que mexicanos de padres extranjeros pudieran ser legisladores, queriendo abrir la puerta al polémico John Ackerman.
Otros personajes que se apuntan son Jorge Emilio Sánchez Cordero cuyo mérito es ser sobrino de la secretaria de Gobernación.
Difícil será la decisión, sobre todo porque la ciudadanía ya no se deja engañar a la hora de evaluar a los candidatos. La encuesta de Morena tendrá que ser real y no presentar sondeos simulados para anunciar a un ganador predeterminado.
En la alcaldía se creó el Frente Ciudadano Obregonense y en su primer manifiesto, cansados de tanto político de paso o que llegan a enriquecerse, desnuda su pasado. Dicen que ÁO no debe ser premio ni botín y que Leticia Robles en 2003 utilizó el gobierno para beneficiar a su familia y heredar el cargo a su cuñado Leonel Luna. Denuncian a Valentina Batres y a Lorena Villavicencio de que, desde los tiempos de la Asamblea Legislativa, “han sido cómplices del jefe del cártel inmobiliario y represor Leonel Luna”. A Eduardo Santillán y María Antonieta Hidalgo los tildan de títeres de Luna y de protagonizar una administración desastrosa, donde creció la inseguridad, la violencia y la corrupción. De Layda Sansores -hoy rumbo a Campeche- lo menos que le dicen es que ella presume que si estuvo en la alcaldía fue porque la envió el presidente, y le reprochan el haber gastado millonadas en ocurrencias.
Más vale que escojan un buen candidato porque la gente ya está harta.