Octavio Campos Ortiz
El próximo domingo habrá elecciones en el Estado de México, entidad con el mayor padrón electoral del país y penúltimo reducto del priismo. En el 2018, con la inercia del movimiento lópezobradorista, las tierras mexiquenses se pintaron de guinda, incluso ganaron el Congreso y la mayoría de las alcaldías fueron para la 4T. Para las intermedias de 2021, hubo un aparente despertar de los votantes, quienes manifestaron un desencanto o desilusión por las promesas incumplidas del populismo trasnochado del inquilino de Palacio Nacional. El humor social se expresó en las urnas y Morena perdió la mayoría absoluta en la Cámara y la alianza opositora recuperó la capital mexiquense, el corredor azul y muchos municipios tradicionalmente opositores al gobierno priista. Ello abrió la esperanza de frenar el avance del proyecto político del presidente, pero nuevos obstáculos dejan ver la posibilidad de que una cuestionada candidata, con antecedentes de incurrir en delitos electorales y finanzas no muy claras a su paso gris por la SEP, saque al PRI del Palacio de Gobierno en Toluca. La actual aspirante aliancista entró con calzador, ya que se veía más natural la asunción de Ana Lilia Herrera, luego vino la aceptación a regañadientes del suspirante blanquiazul de Huixquilucan, Enrique Vargas. Esas dos decisiones restaron enjundia en la estrategia y se diluyó el compromiso de priistas resentidos y panistas durante la campaña de Alejandra del Moral, a pesar de que es mucho mejor prospecto como gobernadora que la morenista.
También está en contra la elección de Estado que han operado desde Palacio Nacional tras el descalabro de 2021. Se ha incrementado el uso clientelar de los programas sociales; se ha fomentado el turismo electoral, es decir, se propicia que miles de simpatizantes de Morena de los estados circunvecinos cambien temporalmente de domicilio para habilitar su credencial de electoral y puedan sufragar, y se amenaza a los usufructuarios de las pensiones de viejitos y becas para ninis de que si no votan por la maestra Delfina se les que quitarán los subsidios, que en realidad son tramposas dádivas, a pesar de ellos mismos elevaron a rango constitucional esos derechos, aunque a futuro no se puedan atender esas prerrogativas.
Ese panorama ha fomentado la apatía de muchos de los votantes, quienes están obnubilados por el peligroso espejismo que promete la 4T. Para poder vencer una elección de Estado es necesario que vote más del 60 por ciento del padrón, aunque tradicionalmente ronde el 50 por ciento de los sufragantes. Frenar el avance del proyecto político presidencial dependerá única y exclusivamente de los mexiquenses.
La obnubilación que viven en la entidad vecina fue descrita por la periodista Arendt, enviada a cubrir el juicio del último nazi, Adolf Eichmann, que es conocida como “la banalidad del mal”, efecto superficial que se extiende de manera viral. “La conciencia se había perdido en Alemania, los alemanes apenas recordaban lo que era la conciencia…y esa sociedad de ochenta millones de personas había sido resguardada de la realidad y de las pruebas de los hechos; los valores, autoengaños, mentiras y estupidez que impregnaban la mentalidad de Eichmann fueron compartidos por la sociedad toda hasta llegar a convertirse en un requisito moral para sobrevivir”. Arendt concluye que “la incapacidad de pensar no es estupidez; la podemos hallar en gente muy inteligente…La incapacidad de pensar no es una ‘prerrogativa’ de los que carecen de potencia cerebral, sino una posibilidad siempre presente para todos -científicos e investigadores incluidos-, de evitar aquella relación consigo mismo…los hombres pueden convertirse en algo superficial y los Eichmann eran terrible y terroríficamente normales con una absoluta y auténtica incapacidad de pensar”. Lamentablemente es el reto que enfrentará el ciudadano el próximo domingo. ¿Los mexiquenses despertarán de su estado de obnubilación? El lunes será demasiado tarde.