Octavio Campos Ortiz
La actual administración nos engañó a todos. La falsa promesa reivindicatoria de “primero los pobres”, solo encubrió un proyecto político para hacerse del poder e instaurar un Estado autocrático, la presidencia de un solo hombre, al que le estorban los contrapesos, la rendición de cuentas y la división de poderes. Se buscó administrar la pobreza, no erradicarla, solo hacer que sobreviva la gente y que los subsidios del gobierno se vean como destino manifiesto al que tiene que acostumbrarse la gente y estar agradecidos con el gran tlatoani, que “vela por su bienestar”.
Por eso el llamado a no ser “aspiracionistas”, a acostumbrarse a usar un solo par de zapatos, vivir con doscientos pesos en el bolsillo, no pretender pertenecer a la clase media, ni ganar bien, se privilegia la mediocridad. La pobreza es un destino manifiesto. Para ello, en su proyecto político estorban la democracia, los organismos autónomos e independientes, los contrapesos constitucionales, la división de poderes y se institucionaliza la opacidad.
En cinco años ha menoscabado las funciones del árbitro electoral, del organismo que garantiza la transparencia y el derecho a la información, del mecanismo de evaluación educativa para establecer un sistema ideologizado que impida el acceso a la ciencia y a la tecnología, de las estadísticas confiables que miden desarrollo y crecimiento y ha atentado contra las universidades públicas, pisoteado su autonomía y quiere imponer a rectores a modo.
En su afán por establecer una presidencia imperial, atenta contra la división de poderes para desaparecerlos y casi lo logra. En la primera mitad del sexenio tuvo a un Congreso a modo, con mayoría calificada, lo que le permitió modificar la Constitución a su antojo y desaparecer los contrapesos, las Cámaras se convirtieron en oficialías de parte donde a dedo levantado se aprobaron las iniciativas presidenciales sin quitarles ni una coma y legitimaron la máxima de “a mí no me vengan con que la ley es la ley”. Sin mayoría calificada, en este tramo de su administración, no le ha sido fácil modificar la Carta Magna, por lo que ahora gobierna mediante decretos.
El último baluarte de nuestro sistema republicano es el Poder Judicial, al que la 4T no ha podido doblegar, incluso se ha dignificado y dado vigencia a la división de poderes. La valentía de la ministra presidenta le ha valido la arremetida presidencial, quien con su discurso de odio y polarización provocó diversas agresiones a los togados, incluso promovió el sitio de la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mensaje que ha alentado amenazas de muerte, como cuando el impresentable y abyecto “gobernador” de Veracruz llevó a sus testaferros a manifestarse con féretros e imágenes de la ministra presidenta en la SCJN.
Lamentablemente, los simpatizantes de la 4T -viejitos, ninis y madres solteras-, viven un estado de obnubilación que los tiene embelesados con las pensiones y becas y la idea de que el gobierno los debe mantener con lo indispensable a cambio de su voto. Tal es el caso de las próximas elecciones en el EDOMEX, la entidad con el mayor padrón electoral y bastión del priismo, donde la 4T prepara una elección de Estado para hacerse de ese territorio. Los mexiquenses deben pensar bien por quién van a sufragar, ya que solo ellos definirán su destino. La candidata presidencial, con antecedentes de delitos electorales en Texcoco e irregularidades presupuestales a su paso gris por la SEP, solo será una extensión del proyecto político de la 4T, donde acabarán con los contrapesos, reinará la opacidad, se deteriorará el nivel de vida de los ciudadanos y se aplicarán todos los programas federales que mantienen la pobreza como destino manifiesto. Los mexiquenses deben vencer el abstencionismo para evitar una elección de Estado, los votantes tienen la palabra. Después será demasiado tarde.