Octavio Campos Ortiz
El presidente de la República sabe que nadie desea removerlo del cargo, ni sus detractores y mucho menos sus simpatizantes. Pero, ¿qué preocupa al mandatario? El proyecto político de la 4T es transexenal, sabe que para consolidar su populismo requiere de mucho más tiempo que los seis años que constitucionalmente corresponden al Ejecutivo, por eso idearon la figura de la revocación de mandato, que no es otra cosa que una carísima consulta para medir el músculo de Morena rumbo a la sucesión de 2024.
A medio sexenio y con más fracasos que éxitos, derivados del mal manejo de la pandemia, los efectos de la peor crisis económica en noventa años y una etapa de inseguridad y violencia nunca antes vista, el presidente busca realizar una encuesta -con cargo al presupuesto-, que le permita conocer cuál es el apoyo real a su gobierno y a sus precandidatos. Él arrancó con el respaldo de más de treinta millones de votos en 2018, ahora busca conocer cuánta gente sigue creyendo en la 4T. Del resultado de esa consulta definirá si decide prorrogar su mandato o definir a su gallo en la sucesión presidencial con la pretensión de imponer a quien garantice perpetuar su proyecto de gobierno; es decir, hacer que gane la persona que le permita seguir con el poder más allá de su sexenio, revivir el Maximato que ejerció el fundador del PRI, Plutarco Elías Calles.
De eso se trata el ejercicio del próximo 10 de abril, medir la fuerza que tiene su movimiento, sabe que no está en riesgo la revocación de su mandato. Primero, porque no se juntará el 40 por ciento de votos para que sea vinculante y ya valoró que la disposición legal no aplica para el gobierno en turno, sino para los subsecuentes.
Pero sí quiere conocer cuántos seguidores ha perdido, difícilmente Morena ha incrementado su membresía, el popular es el presidente, no su instituto político y eso es lo que medirá. Hay desencanto y desilusión con el actual gobierno, porque no ha cumplido con las expectativas y promesas que hizo como candidato. Hay más de cuatro millones de nuevos pobres, desapareció a un segmento importante de la clase media, a quien satanizó por sus deseos “aspiracionistas” y su resistencia a no conformarse con los estándares de la pobreza franciscana. Ha responsabilizado a los emprendedores del retraso económico que vivimos y los ha tachado de conservadores y golpistas, al igual que a los papás de niños con cáncer.
Su cerrazón a los movimientos feministas lo ha distanciado del voto de la mujer. Además, se ha ganado el rechazo de los burócratas a los que ha reducido el sueldo y quitado prestaciones, así como el de los millones de desempleados que no pueden ganar el sustento familiar. El humor social no acompaña a la 4T, quien se aferra a su voto duro, el de los viejitos y los ninis, a quienes tiene cooptados por sus dádivas a través de los programas asistencialistas.
Por eso quieren alentar la votación de la consulta, aunque trasgredan la ley, ya que un gran abstencionismo le impide promover la ampliación de su mandato. El padrón electoral es cercano a los 95 millones de votantes, requiere de la participación de más de 37 millones de ciudadanos y sabe que su base electoral es mucho menor a los 30 millones que lo favorecieron en el 2018. Se ve difícil que logre la meta, pero ello le permitirá definir su estrategia rumbo al 2024. Si el ejercicio de revocación resulta un fracaso para la 4T y no crecen los suspirantes de Morena, tendrá que recurrir a las modificaciones constitucionales para perpetuarse en poder y concretar la famosa transformación. Sin embargo, el intento fallido que se hizo con el presidente de la Corte, no le augura el éxito de su pretensión. Lo mejor es abstenerse de participar en el engaño, la democracia nos lo agradecerá.