Octavio Campos Ortiz
Aunque todavía no arranca formalmente el proceso electoral de 2024, las opciones más visibles que tendrá el votante no parecen tomar en cuenta las soluciones a las demandas del ciudadano; es más, ninguna de las alternativas políticas que disputarán miles de cargos de elección popular, incluida la Presidencia de la República, cuenta con una visión de Estado que proyecte el México de 2050; todos son cortoplacistas y están enfrascados en luchas internas o descalificación de contrincantes sin pulsar las carencias o problemas sociales que preocupan a los sufragantes.
En las campañas disfrazadas de concentraciones, nadie se ha dado a la tarea de conocer los rezagos nacionales o escuchar las voces de la población, escudados en las limitantes que marca la ley electoral de no presentar propuestas ni hacer llamados al voto, pero los periplos de los suspirantes por toda la nación -unos primero con cargo al erario y ahora todos con el disfrute de las prerrogativas y subsidios de los partidos políticos que finalmente es dinero del contribuyente-, solo sirvieron para posesionarlos ante la opinión pública, incluso en desacato judicial, con arengas, descalificación a los contrincantes, con el abuso de misteriosas bardas y espectaculares de autoría anónima, de colgarse de los escándalos políticos y de la imagen del propio presidente para divulgar, en el caso de las corcholatas morenistas, el proyecto político de la 4T.
A pesar de que se reconoce que el o la ungida de Morena será decisión del gran tlatoani, los contendientes aprovechan el tour propagandístico para mostrar su lealtad al inquilino de Palacio Nacional y ganar un mejor premio de consolación en el futro gabinete, en la Jefatura de Gobierno de la CDMX o en Congreso, además de aprovechar para golpear al correligionario. Nadie se supo vender como un candidato confiable por el cual votar en la supuesta encuesta partidista.
Por su parte, el frente opositor desperdició el efecto favorable del fenómeno de comunicación que resultó Xóchitl Gálvez y el descontrol que logró en el presidente al arrebatarle el manejo de la agenda pública y opacar los pronunciamientos, ataques y deslucidas asambleas de los cuatroteistas. Ni la campaña de ataques del propio mandatario y sus oficiosos voceros o las denuncias penales en su contra pudieron contrarrestar la Xochitlmania. Pero en vez de subirse al tren de un verdadero frente común y aprovechar la simpatía despertada en el electorado, mostraron el cobre y la máxima de que primero están los intereses personales y de grupo que el compromiso político de regresar a la Presidencia con un candidato más ciudadano, cercano a la gente, menos partidista que escuche a la gente y comparta un programa común. Prefieren montarse en su macho y gastar recursos en campañas paralelas de personajes que no garantizan el aglutinamiento de fuerzas ni la preferencia del votante. De ser Xóchitl la candidata, tendrá que derrotar primero al enemigo en casa, ya que los militantes del PRI, PAN y PRD han demostrado que no son buenos perdedores y que cuando se pide se sumen a un proyecto que no es el suyo, solo de dientes para afuera dicen que sí, pero no lo hacen, como ocurrió con la candidata del Frente en el EDOMEX, donde los panistas la dejaron morir sola. Solo una verdadera alianza puede derrotar, primero al abstencionismo y luego a Morena.
Una tercera vía que sacó a la luz pública el Ejecutivo es la de Movimiento Ciudadano, quien presume de ser la segunda fuerza política que gobierna a más mexicanos, pero cuya estrategia electoral lo hace parecer más una organización rémora que un partido independiente. De ellos también depende que un frente opositor logre vencer a la 4T y dejar a un lado la petulancia. Su soberbia lo hará perder Jalisco, ya que solo en alianza puede retener la gubernatura. Tiene la palabra el dueño de la franquicia.