Octavio Campos Ortiz
Una serie de HBO revive un caso policiaco que conmocionó hace más de tres décadas a la sociedad mexicana: los ritos, más que los crímenes, de los llamados por la prensa narcosatánicos. Sin conocer el contenido de la producción televisiva es importante recordar algunos aspectos de ese suceso que entonces llamó la atención de la opinión pública sin otro contexto que el morbo propio de la nota roja y que treinta cuatro años después solo confirma que, en ese caso, a la sociedad no le interesó la justicia sino el exhibicionismo mediático.
El seis de mayo de 1989 fueron sorprendidos los integrantes de una banda de delincuentes relacionados con diversos asesinatos e involucrados en el tráfico de drogas, secuestros y robos. Tenían una característica especial, se dedicaban a los ritos santeros o de vudú.
En Tamaulipas eran buscados tras el secuestro, mutilación y asesinato de un estudiante norteamericano, Mark Kilroy, en Matamoros y el descubrimiento de fosas clandestinas con restos de 13 personas en un rancho.
La banda del norteamericano Adolfo de Jesús Constanzo huyó al EDOMEX y se avecindó en una casa en Echegaray, donde practicaba la santería y hacía curaciones y ritos con políticos y artistas. Después se le atribuyeron secuestros y asesinatos, sin que destacara su actividad en el narcomenudeo. Fueron delincuentes de bajo perfil que supieron encubrir sus sanguinarias actividades.
En un departamento de la calle de Río Sena, en la colonia Cuauhtémoc, policías preventivos y judiciales de la CDMX pretendieron ingresar al inmueble para detener al originario de Miami junto con sus cómplices, pero al ser descubiertos recibieron a los representantes de la ley a balazos e incluso con armas largas. El tiroteo de se prolongó por casi una hora. Al verse copado el asesino serial, sacó de un maletín centenarios y dólares que empezó a aventar desde una ventana. Lo que es la condición humana, agentes del orden, curiosos, vecinos y transeúntes salieron de sus parapetos para apoderarse del dinero, mientras eran rafagueados desde las alturas por el narcomenudista. Nadie resultó lesionado. Al verse perdido, Constanzo pidió a Álvaro de León, “El Duby”, lo matara junto con su novio en el interior del clóset de una de las habitaciones. El resto de la agrupación delictiva fue detenido por la policía, entre ellos, Sara Aldrete, pareja sentimental de “El Padrino” y a la que la prensa puso el mote de “La Madrina”. Salvo ella, los integrantes de la banda están muertos como Omar Francisco Orea, estudiante de Comunicación en la UNAM, y que murió en prisión de SIDA, otro que falleció en reclusión fue el “El Duby”, y “El Marino” cayó acribillado por judiciales federales . El cuerpo de Adolfo de Jesús fue identificado por un cónsul de los Estados Unidos en presencia del subprocurador Polo Uzcanga en el SEMEFO de Niños Héroes. Hasta entonces cobró notoriedad Sara Aldrete, a quien se le atribuyó el co-liderazgo de los narcosatánicos. Mujer atractiva e inteligente -como la describió Francisco Huerta, primer periodista en entrevistarla en la PGJDF-, no reconoce haber participado en los asesinatos y secuestros, aunque si de sus beneficios.
Una corresponsal americana reclamó a Polo Uzcanga que se había “tardado mucho” en ubicar a Constanzo, a lo que, impávido, le contestó: “ustedes lo tuvieron delinquiendo años y nunca lo detuvieron”. Cierto, los narcosatánicos se hicieron tristemente famosos por sus ritos satánicos no por sus secuestros, homicidios y ser narcomenudistas. Hasta los artistas se colgaron de ellos para cobrar notoriedad. Nadie investigó sus actividades ilícitas en territorio norteamericano desde 1983. Desaparecidos todos, la justicia se cebó en Sara, a quien le esperan más de 600 años de cárcel y un juicio en Tamaulipas. A ella le cuelgan todos los milagros como organizadora y autora intelectual de lo satánico. Lo que explotó la prensa.
Naranjo caricaturizó a la sociedad tras el asesinato de Gilberto Flores Muñoz a manos de su nieto con la frase “horroroso crimen que horrorizó a la horrorosa sociedad”. Condenan los medios a Sara por satánica, no por delincuente.