El Ágora / Rebeliones y relevo en la UNAM

Octavio Campos Ortiz

El pasado 16, se cumplieron 55 años del llamado mayo francés o mayo de 1968, fecha en que se escenificaron las protestas de estudiantes universitarios en París, primero, y luego en otras ciudades de Francia. La matrícula universitaria se declaró contraria a la sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo, el autoritarismo y rechazaron a las organizaciones políticas y sociales, los partidos, el gobierno, los sindicatos y a la universidad misma. Ante el temor de las autoridades de que el movimiento estudiantil se generalizara y la insurrección pretendiera derrocar al gobierno, Charles de Gaulle desintegró la Asamblea Nacional y convocó a elecciones anticipadas; aunque triunfó el partido gobernante, el mandatario galo no aguantó mucho tiempo y finalmente renunció.

El mayo francés se extendió por toda Europa, Estados Unidos y buena parte de América Latina; México no fue la excepción y las protestas estudiantiles fueron reprimidas en octubre de 1968, no solo en Tlatelolco el 2 de octubre, sino con la ocupación de la UNAM y la violación a su autonomía, así como las agresiones a la Prepa 1 y la encarcelación y persecución de cientos de alumnos y dirigentes del movimiento, lo que dio pauta a una apertura democrática en la siguiente década.

También otro mayo se caracterizó por las protestas sociales en el medio oriente, La Primavera Árabe (2010-2012), manifestaciones populares que exigieron una vida en democracia y el respeto a los derechos sociales. La inconformidad expresada masivamente en las calles, convocadas a través de las redes sociales, posibilitó el derrocamiento de gobiernos autoritarios, el establecimiento de estructuras democráticas y la vigencia del parlamentarismo en Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria -todavía bajo una guerra civil-, Argelia, Jordania y Omán.

En noviembre próximo, el Consejo Universitario habrá de nombrar al nuevo rector de la UNAM, quien sustituirá a Enrique Graue Wiechers, polémico directivo que ha resistido los embates de la 4T, la cual pretende apoderarse de la Máxima Casa de Estudios y masificar e ideologizar el conocimiento, ausente de formación crítica, así como reorientar la investigación bajo los parámetros del proyecto político del gobierno, al cual no le interesa el desarrollo de la ciencia ni la tecnología. La Universidad Nacional sufre el embate del que son objeto otros organismos autónomos e independientes, como el INE, el IFAI, el CONACYT o el CIDE, entre otros. La intención del oficialismo es tener un rector carnal o a modo que redefina la función social de la UNAM -una de las más importantes del mundo-, y forme a profesionistas menos “aspiracionistas”, menos críticos y más mediocres que no cuestionen la política educativa del régimen.

Ciertamente, los universitarios son propensos a la izquierda, pero salvo la explosión de 1968 y 1971, no son agentes del cambio violento y asumen las palabras del malogrado presidente chileno Salvador Allende de que “la Revolución no pasa por las Universidades…”, pero ante el clima de polarización que vive el país, los discursos de odio y el llamado al divisionismo y la confrontación, lo mejor es no despertar al México bronco ni soltar al tigre que después nadie pueda amarrar. Con la UNAM no se metan.

Apostilla: El Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) celebró el aniversario 55 de la primera generación de egresados y reunió a todas las generaciones. Hoy tiene más de 44 mil egresados y es la Escuela de Negocios más importante de América Latina y está rankeada en el lugar 16 entre las 70 más prestigiadas del mundo. Es de las pocas instituciones en el orbe que cuenta con tres certificaciones (Estados Unidos, Europa continental e Inglaterra). En las actuales circunstancias político económica de México, los directivos de medianas y grandes empresas debieran voltear los ojos al IPADE para la formación, capacitación y actualización de sus ejecutivos, donde compartirán una visión que revalúa el papel social de la empresa.