Octavio Campos Ortiz
Una de las expresiones más violentas de la degradación social es el acoso que sufren niños y jóvenes a manos de sus propios compañeros en las escuelas. Violencia que no ha sido frenada por las autoridades ni los padres de familia. Recién se supo del caso de una niña de secundaria -víctima de bullying-, que falleció luego de ser agredida por una condiscípula en un pleito callejero. Recientemente, en Cuautitlán Izcalli se escenificó otra pelea similar. Esas experiencias ya no alarman ni llaman la atención de la gente, quien, lamentablemente, ha normalizado esos actos de violencia y ya no visibiliza el acoso del que son objeto los menores. El INEGI señala que el 72 por ciento de los estudiantes de educación básica ha sido víctima de bullying en algún momento de su vida y el 59 por ciento de los alumnos encuestados no reportan el acoso a sus profesores o padres.
Pero el acoso verbal, físico o psicológico, que incluso orilla al suicidio de niños y adolescentes no es privativo del ámbito escolar, también se da en la casa o en los centros de trabajo. La violencia simbólica, la intrafamiliar, la política, el acoso laboral, los feminicidios son manifestaciones de una comunidad que no solo ha perdido los valores, sino que pone en peligro el orden social.
Los agresores, los acosadores son expresión de la crisis social que vive nuestro país. Al no inculcar principios morales y éticos a los niños en el hogar, donde son víctimas de la violencia de sus padres, lo más seguro es que sean violentos en las escuelas, donde tampoco los profesores ponen límites a la trasgresión del orden y la disciplina. Conducta antisocial que no se sanciona, conducta que se repite. Ese proceso de degradación llega a la edad adulta y se replica en los centros laborales o, con la irrupción del crimen organizado, la violencia como acoso físico al máximo, la ejercen los sicarios, individuos que seguramente vivieron esa falta de afecto familiar, sufrieron abusos y no tuvieron oportunidades de educación o resintieron la falta de empleo formal. Ellos agravan la ruptura de la cohesión social.
En el ámbito político, el discurso de odio ha propiciado el bullying o acoso de personajes de la vida pública que, sin llegar a la posibilidad del suicidio, sí excitan a grupos antisociales para cometer homicidios o atentar contra la integridad física de las personas. Eso ocurrió con los vándalos que quemaron una piñata con la efigie de la titular de la SCJN, víctima de violencia simbólica. Esa es una muestra de la degradación humana y de cómo los hombres de poder contribuyen al rompimiento del orden social.
Por eso es importante la recomposición de la convivencia en comunidad, el rescate de valores éticos desde la familia, erradicar la violencia intrafamiliar y reprobar cualquier tipo de acoso hacia los menores; esa es la única forma de acabar con el bullying y detonar el regreso a la convivencia pacífica y recuperar el orden social.
Apostilla: Mantener ese orden social implica el respeto al Estado de Derecho, a la observancia de la legalidad, por ello cobra relevancia el proceso jurídico que hay entre la marca King Dogs de Tamaulipas contra la multinacional Burger King. Pero la empresa demandada no es la estadounidense Burger King Corporation, sino Alsea de México, quien ya ha sido declarada infractora por el uso ilegal de la marca King Dogs, y sancionada por el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial. Alsea sería la responsable de pagar la millonaria suma demandada para reparar el daño a la firma tamaulipeca, quien logró demostrar el uso ilegal de su marca por parte de la multinacional. Esa práctica ilícita provocó confusión en el público consumidor y ocasionó afectación y daño grave a King Dogs.