Octavio Campos Ortiz
El próximo 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, fecha en la que más de la mitad de la población mexicana puede expresarse y reivindicar la igualdad de género, exigir el alto a la violencia contra ellas y reclamar justicia para las víctimas de los feminicidios. Si bien la UNESCO declaró la efeméride en 1975 no solo para las mujeres trabajadoras -como se instauró inicialmente-, fue hasta 2017 cuando organizaciones feministas de 50 países implementaron el primer Paro Internacional de Mujeres para visibilizar la violencia machista.
El origen de las manifestaciones reivindicatorias de las mujeres fue trágico. También un 8 de marzo, pero de 1857, trabajadoras de la industria textil en Nueva York organizaron una huelga por salarios justos y condiciones laborales más humanas, pero la policía las reprimió; sin embargo, un año después constituyeron un primer sindicato: 51 años más tarde, también el 8 de marzo, pero de 1908, en Brooklyn hubo un incendio en el edificio donde laboraban mujeres que confeccionaban ropa, los patrones cerraron las salidas y murieron más de 120 trabajadoras de entre 14 y 43 años. Al año siguiente, 15 mil mujeres volvieron a tomar las calles de Nueva York y exigieron incremento salarial, menos horas de trabajo, derecho al voto y la prohibición del trabajo infantil. Se manifestaron bajo el lema de “pan y rosas”, el pan en alusión a la seguridad económica y la rosa por una mejor calidad de vida. En 1910, en Copenhague, se decretó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y en 1975 se establece el Día Internacional de la Mujer.
Las demandas de las mujeres pasaron de solo buscar conquistas estrictamente laborales, a exigir representación política, igualdad de género y el reclamo por la plenitud de sus derechos. En México, desde hace poco, se han manifestado masivamente ante el clima de acoso, discriminación y violencia que viven cotidianamente en el hogar, el trabajo y la escuela, a pesar de que representan el 52 por ciento de la población. Si bien es cierto que lleva años la lucha porque se reconozca su trascendencia social, productiva, política, intelectual, académica y como emprendedora, todavía la cultura patriarcal las ha frenado y sometido. A la desigualdad laboral y la discriminación, se suma la violencia física, psicológica, económica o patrimonial, digital, de género, vicaria, intrafamiliar, sexual y la peor, el homicidio solo por el hecho de ser mujer: todos los días son asesinadas diez de ellas en el país. En los últimos años, ha habido un promedio de 3 500 feminicidios u homicidios dolosos contra mujeres. A ello debe sumarse la aparente indiferencia oficial ante la problemática feminista.
El próximo 8 de marzo, seguramente las mujeres tomarán con orden y de forma pacífica las calles de las ciudades, pero con voz firme en el reclamo de sus legítimos derechos, asimismo es una gran oportunidad para que el gobierno demuestre que no es un régimen antifeminista y que puede dar respuesta a las demandas del 52 por ciento de la población.
Apostilla: Ante la imposibilidad de minimizar la manifestación auténticamente ciudadana en defensa de la democracia, el dirigente de Morena, con un espíritu revanchista e insidioso, convoca a una concentración en el Zócalo con el pretexto del 85 aniversario de la Expropiación Petrolera. Como si el objetivo sea ver quién mete más gente a la Plaza Mayor, pondrán en práctica las estrategias corporativistas del acarreo, el pago de unos pesos por asistir y el reparto de tortas y refrescos, amén de la anunciada participación de grupos musicales para amenizar el forzado acto político. El evento de la expropiación cardenista es mero pretexto, se trata de jugar a las vencidas. El Zócalo ya se ciudadanizó y ni con un millón de acarreados podrán silenciar a la ola rosa.