Por: Arturo Paz, reportero de Nuevo México Plural/Cámara de Diputados
En su discurso de la presidenta de la Cámara de Diputados, Marcela Guerra Castillo, durante la conmemoración del 70 aniversario del voto de las mujeres en México, en la sede del Senado de la República.
Mencionó agradecimiento de invitación a la presidenta, maestra Claudia Sofía Corichi García. Gracias, así como a todas las que día con día permanecen y conectan con todos los que tiene que ver los colectivos en las entidades federativas, con todas las causas en todos los niveles para el empoderamiento de las mujeres.
Señaló, el gran movimiento a favor de reivindicar, reconocer y proyectar los derechos de las mujeres en la perspectiva de la igualdad sustantiva constituye una causa de la mayor significación, y entre las que han marcado más de un siglo de vida en nuestro país en el lapso que abarca desde 1917 hasta nuestros días.
Cierto, que en el texto original de la Constitución del 17 quedó pendiente el reconocer el voto de la mujer, conforme lo había planteado Hermila Galindo con determinación, con coraje y razón, cuando decidió redactar y dar curso a una misiva dirigida a los constituyentes de Querétaro. ¿Para qué? Pues para que se pronunciaran en favor de hacerlo.
Pero muchas batallas estaban por librarse para llegar a la reforma constitucional de 1953, finalmente se reconoció hasta ese año el derecho de la mujer a votar y ser votada.
Los obstáculos surgían de la mano de las ponderaciones políticas restrictivas, otros tantos emanaban de la incomprensión del tema, diría yo, la ignorancia del tema; se manifestaban resistencias inerciales por un régimen legal que excluía y marginaba a las mujeres. En síntesis, se proyectaba así una subcultura de abusos y discriminación que asimilaba a una estructura de dominación política y de control rígido patriarcal.
Más de la mitad de nosotros como país había estado marginada políticamente, pues se denominaba así como se denomina esta Colectiva 50+1, las mujeres han constituido más de la mitad de la población del país. Así, esa mitad +1 era un inocultable y brutal testimonio de un sistema que discriminaba, que excluía, marginaba e intentaba sumergir a la mujer en el sometimiento y la subordinación.
Reconocer el voto de la mujer en 1953 fue —si bien retardado— un acto de elemental justicia; pero, al mismo tiempo, fue el gran detonante para otros cambios.
De forma incremental se registró una mayor participación electoral de la mujer y, junto con ello, sus voces se multiplicaron, y se hicieron más sonoras; con nuestra mística, con nuestra capacidad, con la óptica, con la sensibilidad y los distintos campos de la actividad económica, la actividad cultural y deportiva, de participación social, de participación científica, profesional y de la iniciativa empresarial y también del debate político.
Quedaba claro: la participación de la mujer en condiciones de igualdad era un tema de derechos, pero también de reglas específicas, de empoderamiento, de lucha política, de la conquista de espacios y ascender en la movilización social.
De esta forma, se pusieron en pie distintas acciones reivindicadoras, como sucedió con las acciones afirmativas. Recordemos, primero fue el 30, Lupita lo sabe muy bien, todas las aquí presentes, dimos muchas luchas para que fuera primero el 30 al interior de nuestros institutos políticos. Pero después incrementamos al 40 con muchas creces, con muchas creces y bajo la amenaza también, y gracias también al IFE, que en ese momento también, hoy INE, ponía en peligro el registro de los partidos si no se cumplía con tal cuota, con tal acción afirmativa.
Pero a cada palmo el terreno se ganaba y se sometía a nuevos impedimentos; surgían trampas como las de sustituir las candidatas mujeres por suplentes del género masculino, que posteriormente combatimos.
En paralelo, instancias y organismos internacionales también promovieron el concepto de democracia paritaria; como producto de los acuerdos de los que formamos parte, y conforme a nuestra propia tendencia nos incorporamos a esa visión.
Democracia paritaria fue un concepto que nos condujo a la reforma constitucional del 2014, al reforma de la paridad, que impulsó la igualdad sustantiva y que, acertadamente, fue potenciada con la reforma constitucional del 2019 enmarcada en el enfoque de “Paridad en todo”.
Sin lugar a duda, el panorama para la igualdad sustantiva tiene signos favorables, especialmente en la parte cuantitativa o paritaria a la que nos obligan las disposiciones vigentes; pero en el horizonte existen nubarrones importantes, las barreras que siempre enfrentamos.
Imposible olvidar la gran brecha laboral de género que evidencia el pago de salarios menores a las mujeres, a los que disfrutan los hombres en condiciones similares. En ese mismo sentido se encuentran las restricciones de facto que se establecieron para que las mujeres puedan alcanzar las posiciones más importantes en las empresas. Para que se rompan, en definitiva, los techos de cristal.
A ese respecto destaca el gran trabajo realizado por Claudia Goldin, quien fue galardonada con el premio Nobel de Economía en este año 2023, por su exhaustiva investigación de brecha de género en el mercado laboral. El gran mérito académico de Goldin suma otro atributo, consistente en visibilizar muy específicamente el tema de gran relevancia para la agenda de la igualdad sustantiva: la discriminación en la brecha laboral de género que ilustra la perseverante brecha entre lo formal y lo real, entre lo declarativo y lo que se practica en materia de igualdad sustantiva, ámbito en donde se plantea el doble discurso de siempre; una cosa es lo que se dice siempre en los discursos políticos, y lo que, es decir, lo que declara, y muy distinta lo que se hace y realiza.
Cierto, la mujer goza del acceso a mejores espacios de participación, sí, y protagonismo, también, pero enfrenta brutales amenazas como las de la inseguridad, el feminicidio, la violencia, la intimidación y hasta el asesinato de candidatas.
Prevalecen, todavía, prácticas de hostigamiento a la mujer en algunas comunidades en donde se practican y se toleran los matrimonios forzados.
La discriminación está permanente siempre en nuestras vidas, y la justa aspiración de una vida libre de violencia para la mujer se encuentra aún muy lejos de ser alcanzada. Por el contrario, la inseguridad en grandes regiones y comunidades del país tiene a la mujer como una parte más vulnerable, al tiempo que la violencia familiar sigue siendo un gran flagelo que las victimiza.
Bien dicen que el tema de la mujer es de carácter transversal, si por ello entendemos que atraviesa por toda la gama de asuntos del país, los asuntos de México. En este contexto debe entenderse que la problemática que enfrenta, que enfrentamos, se conjuga con grandes retos que también tenemos como nación en materias como desigualdad, la pobreza y la limitación de oportunidades de desarrollo social.
Dentro de ese complejo panorama hay un faro de luz, compañeras, hay un faro de luz y consiste en que los logros que se alcancen en los temas de igualdad sustantiva tienen un alto nivel de detonación de procesos positivos en el entramado social.
Sin lugar a duda, ese avance real que podemos alcanzar nosotras las mujeres en el ejercicio efectivo de nuestros derechos y en el logro de condiciones de igualdad tienen un alto índice de repercusión en las comunidades, en las regiones y en la formación de una cultura en favor de la paridad, la equidad y la justicia.
La Colectiva 50+1 que surgió en torno a dos temas torales —la paridad de género y la violencia política— tiene una razón más que justificada de existir y de seguir creciendo, de impulsar mecanismos de empoderamiento a las mujeres que participan activamente en espacios de decisión que tienen la más alta relevancia.
50+1 conecta, 50+1 influye, 50+1 convoca, 50+1 es un éxito nacional. Que viva 50+1. Larga vida a 50+1, y por consiguiente, larga vida para los derechos de las mujeres y nosotras que los impulsamos.
Ya ha dado inicio el proceso de las elecciones 2024, y todo indica que es momento de redoblar esfuerzos para la visibilidad de los temas que definen la agenda de la igualdad sustantiva, también es una temporalidad que debe llamar a construir semáforos de alerta respecto a la violencia, la inseguridad y las amenazas a las candidatas que, lamentablemente, han acompañado muchas veces a los comicios.
El protagonismo que hoy tenemos las mujeres es también una responsabilidad para construir el futuro que anhelamos.
¡Hagámoslo, compañeras de 50+1! Sigamos con esta lucha, esta lucha del empoderamiento, y que yo le digo con mucha claridad: la transversalidad en la igualdad de género es el empoderamiento de las mujeres siempre y en todo lugar.