Armando Ochoa González
México es el séptimo país con más acuerdos comerciales en todo el mundo, quizás este fenómeno no sea tanto el reflejo de una economía pujante y súper competitiva, sino de un lugar en el mundo que sigue esperando a México, el lugar de una potencia.
Pero la mentalidad mediocre y atrasada de los líderes populistas de LATAM, empezando por el reelegido presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, y terminando por su ex presidente, el fascista Jair Bolsonaro, sin olvidar pasar por estrellas de la talla de Daniel Ortega, los Castro, Díaz-Canel, Pedro Sánchez, Evo Morales, genios de la talla de Alberto Fernández, clientes distinguidos de las comisiones de Derechos Humanos como Nicolás Maduro, con el enemigo de la libertad de prensa y de información, el carismático, pero deplorable Mujica, y cómo no, nuestro amadísimo MALO, disculpe, quise decir, AMLO, han dejado a un país con un potencial gigantesco, como uno de esos países olvidados por Dios de Centro y Sudamérica.
Pero, ¿Por qué digo que el mundo ha decidido esperar a México para ocupar un lugar de potencia? Porque líderes democráticos y liberales de la talla de Justin Trudeau y Joe Biden (quien, por cierto, en un gesto de altura política y condescendencia aceptó aterrizar en el tianguis llamado AIFA) han decidido reunirse con alguien que, evidentemente, no juega en la misma liga que ellos dos: profesionales de la política con una capacidad de negociación que pareciera infinita, que pueden abrir enormes frentes de conflicto y de influencia a lo largo del ancho mundo que habitamos. Pongamos cuatro ejemplos de negociación e influencia amplios y complicados: 1.- el conflicto Taiwán-China, 2.- la invasión Rusa en Ucrania, 3.-la paz en Medio Oriente y 4.-el intento separatista del cobarde Emmanuel Macron en la OTAN, cuatro frentes que lidera Estados Unidos y que, gracias al temple de Biden pareciera estar ganando y por goleada, cuatro frentes que significan complejísimos procesos de negociación, de estrategia, de geopolítica y de relaciones internacionales de auténticos genios maquiavélicos que contemplan a muy largo plazo los movimientos de sus adversarios, y pueden anticiparse a ellos.
¿Aquí? El señor que vive en un palacio pone a Chicoché cuando se le señalan las posibles sanciones de fallar al acuerdo del T-MEC, repite una y otra vez, de forma obsesiva y gastada, o como el síntoma de la ausencia de más ideas las “glorias” de un México antiguo, humilde pero bueno y sabio que, por otro lado, es tan falso como la bandera con la que se lanzó Juan Escutia (y el mismo Juan Escutia) que es incapaz de mantener el control ni de sus corcholatas, ni de su propio territorio.
La reunión de los líderes de Norteamérica es un hecho importante para la región, de eso no hay ninguna duda, la agenda se podría definir en 6 puntos trascendentales: medio ambiente, inversión y desarrollo, migración, salud, seguridad de Norteamérica y el futuro de la región, y como no podría ser de otra forma, algunos puntos benefician más a unos que a otros, evidentemente todos
benefician a Estados Unidos, es la superpotencia mundial y puede imponer tanto sus temas como sus puntos, pero de los seis, sólo uno no nos benefician, la migración; todos los demás son excelentes noticias para un México que podría beneficiarse enormemente de llevarse bien con sus principales socios comerciales, dos de los países más ricos en el mundo y más democráticos.
Le hago una pregunta, ¿A quién podría no beneficiarle un México más rico y democrático? Un México más libre, más competitivo, con más inversión, lleno de empresas disruptivas, con mejores procesos de producción y con una energía más limpia y barata (no sé si lo sepa, pero cifras oficiales apuntan a que es México el país donde más energía solar y más barata es capaz de producirse), evidentemente a todos, desde el más pobre, aquella persona que vive en situación de calle, que vive de las dádivas de la gente y que podría beneficiarse de una población más rica que pudiera darle más, por no mencionar el poder que tendría el Estado de cambiar la vida de los desfavorecidos al recaudar más dinero en una economía más formal y legal, cuyo manejo de estos recursos, siendo más eficiente, apoyara a las personas con pocos o nulos recursos; hasta el mega empresario que podría llevar sus productos o servicios más lejos con la exportación y la asociación entre países.
Déjeme decirlo de una forma menos rebuscada, le convendría absolutamente a todos, excepto a AMLO (y a su secta), porque lo que es bueno para México (integrarse definitivamente a Norteamérica, aceptando el lugar que nos corresponde en la región) es malo para él, a él es a quien no le conviene un México democrático, el desacuerdo que tuvo con la elección de la nueva presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, que le ganó democráticamente a su corcholata, Yasmín Esquivel (¿Es que les es tan difícil escoger a alguien que no sea corrupto?) es muestra de ello, le molestan las leyes, los procesos y la libertad, él quiere un México democrático en donde él sea la única opción, no le interesa un México rico que pueda valerse por sí mismo, más bien quiere un país debilitado que dependa de la corrupción, del narcotráfico y de las dádivas, le conviene un país en donde el fugitivo Bartlett esté a cargo de la producción de energía sucia, cara y producida de manera ineficiente. Ese país desea, porque ese es el único país que es capaz de entender, corrupto, simplón, sin las complejidades de la libertad y la empresarialidad, un país de ignorantes, agachones, o de criminales con los cuales pactar, cediendo plazas o el control de estados completos.
En resumen, querido lector, a México le conviene dejar atrás ese sueño perdido, ese “El dorado” que simplemente fue una quimera llamada Latinoamérica, esa región que atravesará una oscura noche en los dilemas de una pesadilla de la que no pueden escapar; y le conviene la democracia, la libertad, el emprendimiento y la independencia, y le aseguro, y se lo vuelvo a repetir, que lo que es bueno para México es MALO para AMLO.