Por Octavio Campos Ortiz
Para justificar la derrota de Morena en la CDMX, el presidente recurrió a una falacia que estigmatiza a la clase media y polariza a una sociedad divida por el propio gobierno desde hace tres años. No es novedad que la 4T mantenga como argumento de su narrativa la salvación de los pobres mediante la utilización de programas sociales para subsidiar la pobreza, que no erradicarla.
Desde el inicio de la administración, la estrategia gubernamental se centró en la atención de grupos clientelares con la aplicación de miles millones de pesos en ayudas y becas para ancianos, madres soleteras y jóvenes que ni estudian ni trabajan y con un discurso beligerante que estigmatizó a empresarios, intelectuales y periodistas, además de desaparecer los fideicomisos que atendían las necesidades de investigadores e Institutos del sector salud y recortar los presupuestos a las universidades. Se confrontó a pobres, empresarios y clase media.
Así se inició una cacería de brujas fiscal contra la iniciativa privada, a la que se le dejó sin estímulos durante la pandemia, por lo que más de un millón de pequeñas y medianas empresas cerraron con el consabido desempleo de muchos trabajadores. Ello repercutió en la clase media, la cual también se vio afectada por el desabasto de medicinas, el pago de impuestos y la necesidad de retirar parte de sus afores para sobrevivir. Fue uno de los sectores de la población más castigados fatalmente por el COVID-19, la que por cierto se decía en los círculos oficiales era enfermedad que solo le daba a los ricos.
La vilipendiada y deteriorada clase media también fue satanizada para condenar los sueños aspiracionales de los trabajadores. Para qué buscar un buen auto si con un vehículo modesto se puede vivir, o para qué comprar zapatos si con un par basta, no se necesitan más de dos camisas, es más sano comer maíz y frijol que en buenos restaurantes, etc., etc.
A manera de justificación por la grave crisis de seguridad que vive el país y ante el alza en el número de secuestros, se llegó a la aberración de sugerir que para evitar ese delito grave que “solo” se comete contra los ricos, es menester mantener una sociedad pobre.
Ahora que el partido en el poder perdió la mitad de la capital de la República, la cual quedó dividida, la mitad será gobernada por la oposición y la otra por alcaldes morenistas, evidencia clara del encono que ha propiciado el propio gobierno con su discurso polarizante y divisionista que pretende encontrar explicaciones de la derrota en campañas negras inexistentes o culpar a la clase media. El propio presidente expresó que no votan por su proyecto político la gente con estudios universitarios. Reconoció que sufragaron por él la gente sin preparación que vive en la pobreza. Así quedó divida la CDMX, el oriente, donde están las dos alcaldías más pobladas y con colonias muy pobres -Iztapalapa y Gustavo A. Madero-, eligieron a los candidatos de Morena; mientras que el poniente, donde se concentra el mayor porcentaje del PIB, la gente decidió por el cambio. Esa polarización no la reconoce el gobierno y rechaza la asignación maniquea de la capital.
La verdad es que el gobierno solo se ha preocupado por paliar la pobreza. Su fallida política económica con decrecimiento sostenido y agravada por el mal manejo de la pandemia creó más de diez millones de nuevos pobres. Muchos mexicanos viven en la miseria o pobreza extrema que no reconoce el régimen y por ello busca suprimir los estándares de crecimiento por variables de bienestar, bienestar relativo que favorece a sus grupos clientelares, pero a los que no les da instrumentos para salir de la pobreza.
Como decía Quino a través de Susanita, personaje de Mafalda, para qué acabar con la pobreza si es más fácil ocultarla. La 4T está acabando con la clase media y ahuyentando al empresario; no se da cuenta que es con la creación de empleos formales como se puede salir de la pobreza y la miseria y que toda sociedad tiene la legítima aspiración de llegar a mejores niveles de vida. Le atribuyen la frase al general Tito, cuando lo criticaban por su afición a la buena comida y el buen trago, que el socialismo era el reparto de la riqueza no de la pobreza. No tenemos que llegar al socialismo para entender que la sociedad exige el derecho a mayores estándares de verdadero bienestar y crecimiento. Pero muchos integrantes del círculo cerrado de este gobierno emulan las actitudes capitalistas y mundanas de los bolcheviques estalinistas del libro de Simon Sebag Montefiore, “La corte del zar rojo”, quieren aniquilar a los pobres y clasemedieros para que sobreviva una burocracia dorada.