Familias mexicanas han ido modificando algunas de sus costumbres debido al confinamiento por la pandemia el Coronavirus y ahora prefieren alimentos saludables, sustituyen refrescos y golosinas por frutas y van dejando atrás los alimentos procesados.
El académico del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, Luis Alberto Vargas Guadarrama, dijo que como parte de los trabajos finales para acreditar el semestre en la licenciatura de Nutriología, los estudiantes compartieron las vivencias con sus familias durante la etapa de resguardo.
En la conferencia virtual “Comer en tiempos de la pandemia del 2020”, organizada por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), destacó que se observó que sustituyeron el consumo de refrescos y golosinas, por fruta. “Lo notable es que también los antojitos disminuyeron, se dieron cuenta del alto costo y bajo beneficio nutricional.
De igual manera, varios señalaron que por estar en casa sentían la necesidad de comer con frecuencia, entonces buscaban frutas, semillas y dulces”, con lo que dejaron de adquirir frituras, abundó el universitario.
Aunque en algunos hogares la compra de verduras se redujo debido al aumento de su precio, se volvió a la preparación de frijoles naturales en vez de los enlatados, por ejemplo.
También, llamó la atención que los jóvenes se percataron que sus padres y abuelos diabéticos lograron mantener un régimen alimenticio adecuado y con ello niveles normales de glucosa.
Ha sido una lección viva: lo que comemos tiene efectos sobre nuestra salud y la diabetes puede controlarse a través de la alimentación, aseveró el antropólogo.
Durante este periodo en que las personas han tenido que modificar sus actividades cotidianas, las familias volvieron a convivir a la hora de la comida, en un horario fijo.
Incluso, recordó, hubo casos en que los alumnos expresaron haber “redescubierto” las tradiciones culinarias y, en otros, a sus herederas: las abuelas, que preparaban champurrado o pan.
De acuerdo con las descripciones, también se recurrió a la compra de masa para cocinar sopes, tacos, tlacoyos y quesadillas, y las abuelas enseñaron a los más jóvenes el proceso de los atoles, acotó.
Incluso echaron mano de utensilios mesoamericanos: metates, molcajetes y fogones, como fue el caso de familias de Oaxaca. “Aunque estos recursos ancestrales siguen funcionando, ahora somos más dependientes del comercio para nuestro abastecimiento”, manifestó.
Vargas Guadarrama subrayó que un aspecto importante es el papel de las mujeres, en particular de las madres, que se dieron a la tarea de comprar productos de calidad al mejor precio, además de equilibrar la dieta.
En la actualidad, puntualizó, son pocos los hogares con huertos que les permitan comer durante cierto tiempo, pero existen las redes electrónicas y telefónicas que en el futuro terminaremos utilizando más, y que nos permiten ubicar proveedores, alimentos y recetas.