La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) lamentan profundamente el fallecimiento de Iker Larrauri Prado (1929-2021), museógrafo, artista y educador, pilar de la museografía y museología mexicanas.
Larrauri Prado, quien falleció este lunes 11 de enero, confesaba que “los caminos de la vida y las necedades” lo llevaron a los museos, y es en estos espacios donde dejó una huella indeleble, imperecedera, de manera que no se puede hablar de museos en México sin referirse a su trayectoria.
“Hoy, la comunidad y las instituciones culturales estamos tristes por la pérdida de uno de los grandes divulgadores de la historia en este país. Iker Larrauri fue un hombre de una gran inteligencia, de enorme sensibilidad y capacidad creativa, quien, sin duda, marcó los rumbos del devenir museográfico en México”, señaló la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero.
Larrauri perteneció a esa estirpe de la gran tradición museográfica mexicana, heredero de la visión y el trabajo que caracterizó a personalidades como Miguel “El Chamaco” Covarrubias, Roberto Montenegro, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Carlos Pellicer y Fernando Gamboa.
Fue un personaje central en el desarrollo de los museos en México. Durante los años 70 del siglo pasado impulsó los museos escolares y participó activamente en la museografía del Museo Nacional de Antropología (MNA), inaugurado en septiembre de 1964, así como en la Galería de Historia, Museo del Caracol, entre otros.
“En casi cualquier estado de la República está su herencia”, refirió el director general del INAH, Diego Prieto Hernández, el 18 de mayo de 2017, durante el homenaje rendido a Iker Larrauri, en el MNA, en el marco del Día Internacional de los Museos.
En esa ocasión, el titular del INAH destacó que en la Ciudad de México la impronta del connotado museógrafo se despliega en las salas de los museos de El Caracol y el Nacional de Antropología, con sus excelentes dibujos sobre el paso del hombre prehistórico por el Estrecho de Bering o la extinción de la fauna pleistocénica, “y ni qué decir de la reproducción que hizo, junto con Mario Vázquez, Jorge Angulo y María Teresa Dávalos, de la cámara funeraria de Pakal, el gran soberano maya de Palenque”. También diseñó la escultura Sol de viento, con forma de caracol, que se encuentra en el estanque del patio central del MNA.
Siendo director de Museos y Exposiciones del INAH, entre 1973 y 1977, Larrauri intervino en la conclusión de varios museos regionales, como es el caso del Cuauhnáhuac, en Morelos; los de Oaxaca, Puebla y, Guadalajara, en Jalisco. Después se asociaría con Jorge Agostoni para fundar la empresa “Museográfica”, e involucrarse en otros proyectos de gran envergadura: los museos de Culturas Populares de Sinaloa, el de Antropología de Xalapa, el de la Zona Arqueológica de Paquimé, el Regional de La Laguna o el del Centro Cultural Tijuana.
Fuera de las fronteras mexicanas, el museógrafo mexicano colaboró en los proyectos de los museos Nacional de Kuwait, de la Civilización Egipcia de Nubia, en Asuán, el Olímpico de Lausana, Suiza; e, incluso, para pabellones internacionales, como el que representó a México en la Expo Sevilla 92.
A Iker Larrauri se debe el Programa de Museos Escolares, que impulsó desde el INAH y el cual acentuaba la necesidad de involucrar a las comunidades en las tareas relativas al patrimonio cultural, así como la importancia de que los niños ejercieran un papel protagónico.
El programa consistió en dedicar una de sus aulas para hacer un pequeño museo. El experto colaboró con los profesores y alumnos en la selección del tema sobre el cual se expondría un proyecto. La idea era que los infantes se acercaran a sus padres y obtuvieran no sólo información, sino también muchos objetos que eran prescindibles en su casa, pero que en el museo adquirían un valor especial, con lo que se establecía una relación mucho más viva entre la escuela y la comunidad. Dicha iniciativa funcionó a nivel nacional y se crearon 682 museos escolares durante la década de los años 70 del siglo pasado.
El museógrafo, quien también impulsó la formación de generaciones en la materia en México y América Latina, manifestaba que los objetos en los museos derivan en un conocimiento auténtico cuando éstos provocan una emoción en el público. Los museos “no son roperos donde se van acumulando antigüedades, sino que son lugares donde funciona la relación entre los humanos, se enriquece el conocimiento, se disfruta de las obras. El museo es un espacio de todos y para todos”, declaró Iker Larrauri durante aquel homenaje en el Museo Nacional de Antropología, uno de los grandes recintos vinculados con su trayectoria.