Por Fernando Facta
Mis pocos o muchos años de vida no han sido suficientes para entender cómo es y cómo se mueve la política en mi México.
Unos días los partidos se quejan en el Congreso del aplastante mayoriteo que sufren y en la alternancia que les dan el tiempo y las nuevas reglas de la democracia, practican el mismo ejercicio de la aplanadora.
Sin embargo, a pesar de las cacaraqueadas reformas políticas de tirios y troyanos, no hay partido que se pueda alzar con una victoria apropiada en nuestros tiempos.
Ninguna fuerza política, al menos hasta hora, ha podido terminar con los diputados y senadores plurinominales y ninguno tampoco ha tomado la iniciativa de modificar las reglas para la integración de nuevos partidos políticos y hacerlas menos laxas.
La democracia en México no pide la participación de 5, 10, 15 partidos políticos, que solo se convierten en rémoras que viven para inclinar balanzas y para sacar mucho provecho para sus dirigentes y contados simpatizantes.
La organización del país todavía permite muchos abusos desde el poder y no solo eso, sino actitudes que pasan por encima de las leyes y que apuestan más a sacar raja de dónde sea y cómo sea.
Vea dos botones.
En la escena política nacional, un reportaje del prestigiado periodista estadounidense Tim Golden, para el portal ProPublica, de Estados Unidos, puso en la escena la posible participación del narcotráfico en la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2006.
Y aunque días después, el comunicador declaró que su texto no aporta evidencias “contundentes” sobre esas revelaciones, la saña de los seguidores del político mexicano se hizo patente y descansaron, por lo menos momentáneamente, de la ola de violencia que abate a México en varios estados, atribuible a la delincuencia organizada. Para eso no tuvieron ojos.
Casi a la par, la “noticia” de la posible participación, en 1994, de un segundo tirador en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la República, desató el enojo del presidente Ejecutivo federal y de sus fanáticos acompañantes, quienes seguramente minimizaron la inseguridad que se mantiene en el territorio nacional.
El segundo supuesto tirador, Jorge Antonio Sánchez Ortega, entonces elemento del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, CISEN, recibió la acusación de la Fiscalía General de la República, que cuando era la PGR de Diego Valadés, lo dejó en libertad al no hallar elementos para mantenerlo detenido.
A 30 años del magnicidio, el ahora ex agente refresca la tesis de un segundo asesino de Colosio Murrieta, por ende de un complot (que nadie ha llamado así) y hoy, con un elemento innovador, la posible participación en la trama de uno de los villanos favoritos de esta administración, Genaro García Luna.
La FGR acusó al entonces subdirector operativo del CISEN, entonces de 26 años de edad, de haber encubierto la participación del agente y en consecuencia, del hecho criminal.
Pasados 3 decenios, quienes ejercen la política en México prefieren la obediencia sexenal que buscar las formas para lograr esa cohesión social que no tenemos hace mucho tiempo, así como el uso de distractores que buscar la justicia en la sociedad.
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