Octavio Campos Ortiz
En el amor como en la guerra y en las campañas electorales todo se vale. Por ello, aunque ya sabremos lo bocón que es el republicano, no se debe echar en saco roto su propuesta de precampaña sobre una posible invasión armada a México para, dizque, someter a los cárteles mexicanos. Más como recurso propagandístico pregona que quiere mucho al mandatario mexicano, pero es un amor apache, porque no solo en las confesiones del ex secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo en su libro se sabe de la sumisión del gobierno mexicano a los caprichos de Donald, sino que en la práctica doblegó a los enviados de la 4T. El muro solo fue el petate del muerto, porque por debajo de la mesa logró el copetudo multimillonario convertirnos en refugio obligado de los inmigrantes rechazados, so pena de establecer aranceles a los productos mexicanos. De inmediato militarizaron las fronteras con 16 mil elementos que pretendieron sellar el paso de centroamericanos, caribeños y sudamericanos, amén de aceptar o retener a los trashumantes en suelo mexicano mientras se autoriza su asilo en la Unión Americana. Ello provocó un grave problema de seguridad nacional -lo acabamos de vivir en Ciudad Juárez-, ya que, en la práctica, nuestra nación se convirtió en tercer país seguro sin contar con la infraestructura para dar alojamiento, alimentación y servicios de salud a miles de familias. Siempre logró Trump someter a sus “aliados”. De ganar la presidencia de nuevo, mantendrá la amenaza fingida, no de los aranceles si no se contiene la migración, sino la de la invasión para combatir a los nueve cárteles mexicanos, si no se frena la exportación ilegal de fentanilo.
Trump sabe de la preocupación del norteamericano medio por la muerte de 100 mil de sus jóvenes cada año por sobre dosis del opioide sintético, 50 veces más letal que la heroína. Por ello, pasa a segundo término el conflicto migratorio y asume como compromiso político resolver un problema de salud pública que se convierte en un tema de seguridad nacional. Y ya nos tiene amarchantados, sabe de las vulnerabilidades del gobierno y que es poco su margen de negociación. Usará el recurso de la invasión a sabiendas de que no lo hará, porque no somos un blanco militarmente estratégico y que mediante la negociación o extorsión política puede lograr sus fines, pero mantendrá como espada de Damocles la amenaza fingida de la invasión armada.
Además, hemos dado pie a esa amenaza. El gobierno de la 4T nunca ha querido reconocer que pierde la gobernabilidad del país a manos del crimen organizado, que como lo anunció un mando del Pentágono, en más de la tercera parte del país, el poder formal, constitucional, ha cedido la administración pública al poder fáctico por miedo o corrupción. En las elecciones intermedias del 2021 creció la violencia política y en no pocos estados, la delincuencia impuso candidatos y bajó de la contienda a otros, amenazo y ejecutivo a aspirantes de diversos partidos, intimidó a las autoridades e inhibió el sufragio ciudadano. Las mafias controlan importantes regiones del país donde se perdió la gobernanza y avanza el crimen organizado. Ha fracasado la política de abrazos y no balazos, o tal vez, nunca hubo una política pública o estrategia de combate al crimen organizado.
Pero la Casa Blanca no va a esperar si en este o en otro sexenio se trabajará en el control del narcotráfico y si ve afectados sus intereses o está en riesgo la seguridad integral de sus ciudadanos, intervendrá, no con sus ejércitos, sino de manera extrajudicial como lo hicieron con el caso Camarena. Más le vale al gobierno responder a los reclamos americanos y no envalentonarnos como si fuéramos una potencia. La realidad es que hoy nadie para ni la migración ni el fentanilo. Trump tiene razón.