Política Electoral
Alfonso Alejandro Sánchez
El declive de la democracia es evidente especialmente en Asia Central, Europa oriental y Asia Pacífico, así como en partes de América Latina y el Caribe, así se refleja en varios ataques contra el Estado de derecho.
En varias naciones, principalmente en los gobiernos populistas, socialistas y dizque progresistas, incluyendo a México, se han olvidado que la democracia es considerada como una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía.
En una democracia ideal, la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos establezcan un diálogo para alcanzar objetivos comunes.
Traje a la medida a la 4T
De acuerdo a pronunciamientos de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en América Latina, se han observado ataques contra los órganos de gestión electoral, tribunales constitucionales, medios de comunicación y las instituciones nacionales de derechos humanos, así como el uso por los gobiernos de la COVID-19 como una excusa para reducir la supervisión de la administración pública.
Aunado a ello, la desinformación es utilizada como herramienta por gobiernos autocráticos y populistas para moldear la opinión dentro y fuera de sus fronteras, llegando en ocasiones a alcanzar niveles tóxicos. Esta desinformación alimenta el discurso de odio contra los marginados y excluídos, además de debilitar nuestra humanidad compartida.
La falta de confianza en las instituciones, sin duda alguna, ha ofrecido un terreno fértil para líderes autoritarios y movimientos populistas, quienes aprovechan esta oportunidad para depositar toda la culpa en la democracia y los derechos humanos del pasado y presente.
Salud de la democracia y reclamo populista de la 4T
Las democracias saludables se benefician de instituciones sólidas y una pluralidad de voces. En México se observa un gran debate sobre reformas electorales que ponen a prueba la independencia de instituciones electorales y judiciales.
Estados Unidos apoya a las instituciones electorales independientes y bien dotadas de recursos que fortalecen los procesos democráticos y el Estado de derecho, así reza el mensaje emitido por el gobierno de Joe Biden, que hizo levantar más temprano al inquilino de Palacio Nacional.
Sin esperarse a los protocolos diplomáticos o escuchar los consejos de la Cancillería mexicana, el mandatario de la mañanera respondería de manera populista que en México hay más democracia que en Estados Unidos.
La preocupación del principal encargado del Departamento de Estado para Latinoamérica, Brian Nichols, se difundió en redes sociales, horas después de que miles de ciudadanos se manifestaran en un centenar de ciudades mexicanas contra la reforma del gobierno de la cuarta transformación, conocida como el “Plan B”. Y más tarde el Departamento de Estado de la administración de Joe Biden emitió un comunicado sobre la salud de la democracia.
Al secretario de Estado, Antony Blinken, “le digo con todo respeto, que hay más democracia actualmente en México que en Estados Unidos y que en vez de estarse metiendo, actuando de manera injerencista en nuestros asuntos, si quiere seguir con la misma políticas, pues que se ocupen de lo que está pasando Perú”, lanzaría, sin diplomacia, el mandatario de la 4T.
Con odio jarocho, rechazaría que el secretario Blinken intervenga en asuntos que solo corresponden a México, a pesar de que el gobierno de Estados Unidos ha ofrecido respeto e igualdad a su gobierno.
Y como dice el dicho el que al cielo escupe en la cara le cae; sugeriría a Blinken que, si quiere intervenir en temas de democracia, lo haga con Perú, donde se cometieron injusticias con la destitución de Pedro Castillo.
Que se ocupen de lo que está pasando en Perú, donde ahí la embajadora de Estados Unidos es la asesora de los golpistas que pisotearon la libertad y la democracia en ese país, destituyendo injustamente al presidente y encarcelándolo, acusaría el defensor e injerencista de la mañanera.
A decir del dueño del partido guinda, en Estados Unidos aún haya funcionarios que no abandonan la política que prevalecía hace dos siglos: sentirse el gobierno de mundo; es la naturaleza, que viene de siglos, en el gobierno y en las élites de Estados Unidos.
La diferencia entre México y Estados Unidos, según el inquilino de Palacio Nacional, es que en el primero, gobierna el pueblo y en el segundo, la oligarquía.
Como citamos líneas arriba, es lamentable y peligroso que los gobiernos populistas y autoritarios no consideren que la construcción de la democracia se basa en el reconocimiento de la participación equitativa de mujeres y hombres, como requisito fundamental para garantizar el desarrollo económico, político y cultural de la sociedad. Como siempre le digo, amigo lector, su opinión es la que cuenta.