A lo largo de más de 30 años, en el INE y antes en el IFE, la innovación y la tecnología han sido un rasgo distintivo de trabajo que esta institución ha llevado a cabo en México.
Desde la credencial de elector hasta el voto por Internet para los ciudadanos que viven en el extranjero, pasando por los mecanismos de registro y difusión de resultados electorales preliminares, el monitoreo de radio y televisión, los instrumentos tecnológicos para la fiscalización de los recursos de partidos y candidaturas, y el uso de aplicativos digitales para el registro de apoyos a las candidaturas independientes, la innovación y la tecnología han sido un componente fundamental para dotar de eficiencia, eficacia y certeza, al mandato que el INE debe cumplir en México como autoridad electoral nacional.
El trabajo del INE en la organización de 331 elecciones, desde el 2014 y las que organizó el IFE en su momento, no podría entenderse sin el papel central que ha jugado la tecnología y la innovación para llevar a cabo procesos electorales cada vez más complejos, complejidad asociada con el creciente número de electores, el tipo y cantidad de cargos en disputa, con nuevos y a veces disruptivos medios de comunicación social digital.
Pero también, una complejidad vinculada con un contexto de exigencia y franca desconfianza en la institucionalidad democrática que aqueja a los países de nuestra región, del que México no es una excepción y que ha venido agudizándose, lamentablemente, en años recientes.
Una de las innovaciones tecnológicas de uso vinculatorio más frecuente en el Instituto Nacional Electoral, aunque instrumentada ya desde hace algún tiempo, es la urna electrónica, pero hay que mencionar que la urna electrónica es una innovación que, en el caso de México, no ha sido exclusiva de la autoridad electoral nacional.
Varios Órganos Electorales Locales han desarrollado sus propios prototipos de urna electrónica.
En efecto, desde 2003, primero con el IFE y más tarde con el INE, se ha instrumentado la urna electrónica en más de cinco mil 400 comicios de distinto tipo y alcance, incluyendo elecciones universitarias, de ayuntamientos y síndicos, consultas públicas, elecciones internas de partidos políticos y comicios sindicales, entre otros.
Desde octubre del 2020, se ha venido utilizando este instrumento tecnológico de manera vinculante en elecciones locales, primero ese año en Coahuila e Hidalgo, y posteriormente, en Jalisco y también en Coahuila en los comicios federales del 2021. Y más recientemente, el año pasado en 2022, en las elecciones locales de Aguascalientes y de Tamaulipas.
En todos los casos, tiene un número acotado de casillas con el fin de ir avanzando gradualmente en la generación de confianza en este tipo de dispositivos, con resultados que hasta ahora han sido totalmente positivos en cuanto a la aceptación ciudadana y la certeza en los comicios en los que se ha utilizado.
Sin duda, es notable la eficiencia y velocidad de la urna electrónica en la generación de resultados electorales, que es su principal ventaja, misma que eventualmente harían innecesarios mecanismos como los conteos rápidos o el Programa de Resultados Electorales Preliminares.
Los ahorros que la urna electrónica puede generar al eliminar la necesidad actual de una amplia gama de materiales electorales, sin embargo, es también matizable por el hecho de que se requeriría una inversión muy considerable para la adquisición y mantenimiento de dichas herramientas tecnológicas.
Hay que ser enfáticos, sin embargo, en que ningún avance tecnológico debe ir más a prisa que la confianza que ésta genera en los procesos electorales.
Por eso, la estrategia que hemos seguido en el Instituto Nacional Electoral, especialmente en el caso de la urna electrónica y, también, en lo que tiene que ver con otras innovaciones y recursos tecnológicos es ir construyendo la confianza necesaria para que su instrumentación paulatina e incremental vaya asentándose.
La tecnología aplicada a las elecciones es tan buena como la confianza ciudadana que se construye, y tan eficaz como la certeza democrática que genera. Ésa es una condición indispensable del uso de la tecnología en los procesos electorales.
Por más avanzada que sea o más ahorros que eventualmente genere, ninguna tecnología puede sustituir la necesaria confianza que la ciudadanía y los actores políticos deben tener en las elecciones.
El gran secreto es cómo hacemos que el avance tecnológico y la confianza caminen de la mano, y que una alimente a la otra.
En ese sentido, la tecnología no puede suplantar per se a la certeza que todos los comicios deben transmitirle a sus participantes; el problema es cómo logramos construir esta relación virtuosa entre un avance tecnológico instrumentado en las elecciones, y la necesaria confianza que las elecciones mismas deben generarle a la sociedad.
Concluyo expresando mi agradecimiento a todas y todos los participantes en esta exposición, y mi reconocimiento a mis colegas integrantes de la Comisión de Organización Electoral por su iniciativa y compromiso para continuar con el desafío histórico que el INE ha tenido, y que en el cual hemos avanzado puntualmente, a favor de la innovación y la aplicación de tecnología a las elecciones y a los procesos de consultas populares y participación ciudadana.