Octavio Campos Ortiz
Uno de los bancos americanos más importantes del mundo anunció la venta de sus activos, incluidos los culturales, para dedicarse solo a los clientes corporativos y gubernamentales. Citi Group decidió deshacerse de Banamex y centrar sus actividades en atender la banca de mayoreo. Nada de extraordinario representa el que inversionistas decidan vender su negocio y dedicarse a otro espectro empresarial.
Lo que llama la atención es el comportamiento gubernamental frente a esta compra venta. De entrada, se ocultó el encuentro que tuvieron las autoridades hacendarias con la mera mera del conglomerado financiero global para informar de su determinación de deshacerse de Banamex. El anuncio oficial confrontó posiciones entre quienes auguraban una catástrofe bancaria y los que sopesaban la simple transacción financiera para que un banco pasara a ser propiedad de otro dueño. La verdad es que no hay una crisis del sistema financiero mexicano y solo habrá que esperar a saber quiénes serán los nuevos propietarios de esa institución financiera. Las declaraciones presidenciales sobre el caso nos hablan del enfoque pueblerino que tiene el gobierno de las finanzas públicas y de la falta de una estrategia de crecimiento económico. Desea con el corazón que los compradores sean mexicanos, porque así las ganancias se quedan en México, como si no supiéramos lo voraces que son algunos empresarios locales.
El corporativo internacional vino a informar que vendía Banamex y el gobierno ocultó el encuentro para, según ellos, evitar la especulación. Una vez que se oficializó el asunto, las autoridades decidieron abstraerse de las negociaciones empresariales y desdeñar la hipótesis o interpretación de que la operación era una señal de la huida de capitales.
Por el contrario, hoy ponderan que la actitud del consorcio internacional es una oportunidad para el país. Sucede lo mismo que con el tema de las remesas, millonarios recursos que el gobierno interpreta como una actividad productiva nacional, cuando es una vergüenza que la gente emigre por mejores condiciones para mantener aquí a su familia con el envío de dinero. Hoy, las remesas, que superan los 50 mil millones de dólares representan más dinero que las inversiones extranjeras directas.
El gobierno anuncia con bombo y platillo el ingreso de las remesas como una actividad productiva casera. Ahora, con la potencial venta de Banamex, el gobierno presume el ingreso que habrá por el pago de impuestos de esa operación. Hablamos de tres mil millones de dólares que irán a la hacienda pública sin que el gobierno haga el mínimo esfuerzo. Así que este país evolucionará con dinero de particulares, de ninguna actividad productiva gubernamental.
Ello me recordó una caricatura que se publicó en La Jornada en 1982, a propósito del Premio Nobel de la Paz que ganó Alfonso García Robles. Había una crisis económica brutal en el país, fuga de capitales y cero inversiones extranjeras. El caricaturista dibuja un ambiente de fiesta con gorros y confeti y alguien pregunta qué se festeja, a lo que dice el enfiestado “es que nos entraron de golpe y porrazo 150 mil dólares”. Lo mismo ocurre ahora con el gobierno, festina antes de que se venda Banamex que el gobierno recibirá sin moverse tres mil millones de dólares.
Nada hace el gobierno por fomentar una política de desarrollo y crecimiento económico y social. Espera la ayuda del extranjero, llámense remesas o donativos, poco hace por alentar la planta productiva nacional.