El Ágora
Octavio Campos Ortiz
México va a contracorriente de las políticas sanitarias en el mundo, Ómicron, variante más letal que el primer coronavirus, encendió los focos rojos en casi todos los países del orbe y regresaron las estrictas medidas de prevención y se aceleró el esquema de vacunación con terceras y cuartas dosis y la aplicación del antígeno a los niños. Se regresó al confinamiento social, al uso obligatorio del cubrebocas y a la sana distancia. Se cierran fronteras y se cancelan miles de vuelos.
Aquí vamos a la inversa, se autorizaron los eventos masivos, lo mismo políticos que deportivos o artísticos, sin sana distancia, mucha gente sin cubrebocas y poco se abonó al fortalecimiento de la cultura de la higiene constante. Nunca se cerraron los aeropuertos e incluso se permitió el desembarco de turistas que llegaban en cruceros con personas contagiadas En este periodo vacacional, el AICM presentó una saturación sin precedentes. Miles de pasajeros atiborraron las áreas migratorias y aduanales, así como las salas de espera y los pasillos de la terminal aérea. En muchos lugares comerciales con gran concentración de consumidores, dejaron de tomar la temperatura y de proporcionar el gel antibacterial. En estas época decompras decembrinas se recuperó el comercio, pero seguramente con un alto costo social.
Los gobiernos federal y estatales ven con desdén lo que sucede en el resto del mundo. Ellos cierran sus fronteras, prohíben que sus ciudadanos visiten países de alto riesgo, como el nuestro, exigen pruebas y esquemas completos de vacunación a los viajeros y cancelan miles de vuelos. Mientras tanto, nosotros recibimos a todos con los brazos abiertos. Ya hay población infantil contagiada en escuelas y guarderías, poca, pero se incrementa día con día. Sin embargo, las autoridades se niegan a vacunar a los niños, aunque en otras latitudes si lo hagan.
La soberbia es signo distintivo en la política pública de salud de nuestro país. “No hay evidencia científica”, dicen con arrogancia nuestros “expertos”, orgullo que en estas primeras olas costó la vida de medio millón de mexicanos.
Con un poco de sensatez, se pospuso la festividad de fin de año en el zócalo capitalino, pero se sigue con la vacunación a medio gas, aunque los almacenes estén a reventar de antígenos, cifras que superan la dosis completa para la población de 15 años en adelante, según cifras oficiales.
Mientras tanto, todos los días aumenta exponencialmente el número de contagios nuevos; cierto, las defunciones no son altas, pero una sola muerte es lamentable. Las autoridades argumentan que no hay señales de alarma porque las hospitalizaciones no han subido. Triste consuelo. Mientras tanto, naciones como Estados Unidos o Israel se ocupan, sin alarmar a su población, de un rebrote que puede ser más mortífero que las primeras olas de contagio. De no cambiar nuestra visión de la pandemia, pagaremos muy cara las consecuencias. No aprendemos del medio millón de muertos que todavía lloramos. Nuestras autoridades debieran ser más sensibles a este fenómeno de salud que no se veía desde hace un siglo. La gripa española, una variante de la influenza, dejó 60 millones de muertos en el mundo, más bajas que de combatientes durante toda la Primera Guerra Mundial.
Apostilla: A pesar de toda esta pandemia y los efectos de la crisis económica que vivimos, debemos ser optimistas y pensar que el 2022 puede ser un mejor año. Los afanes del pueblo mexicano son más grandes que sus tragedias. Demostremos nuestra fortaleza de espíritu y luchemos por nuestros propósitos. De corazón, amigo lector, deseo que el año que está por entrar le traiga salud, dicha, felicidad y mucha energía para materializar sus propósitos. Que no decaiga la ilusión por conseguir todos sus sueños.