Octavio Campos Ortiz
La crisis migratoria que comparten Estados Unidos y México se ha convertido en un problema de seguridad nacional. La tensión que se vive en la zona fronteriza entre ambas naciones por la presencia de miles de migrantes que son retenidos del lado americano para después ser expulsados masivamente a territorio mexicano, provoca la formación de hacinamientos irregulares e inseguros que no puede controlar ninguna autoridad.
Esas concentraciones demandan albergues con luz y agua potable, alimentos, seguridad, servicios primarios de salud y en algunos casos de tercer nivel, algo de educación elemental, infraestructura e insumos con los que no cuenta el gobierno para atender una demanda de esas dimensiones, si no puede satisfacer las urgentes necesidades de la población local.
Cuando empezó el conflicto de las caravanas de migrantes en la administración de Donald Trump, México rechazó convertirse en tercer país seguro, es decir, dar protección a los centroamericanos, cubanos y haitianos que emprendieron el éxodo para alcanzar el sueño americano, pero que fueron retenidos en la frontera en espera de lograr una visa o el asilo; sin embargo, en términos reales nos convertimos en trasiego de indocumentados, en traspatio americano.
Hay que recordar que en la administración de Trump, la amenaza de fijar nuevos impuestos o aranceles a las mercancías mexicanas si no se frenaba el flujo migratorio, obligó a nuestro país a desplegar a miles de elementos de la Guardia Nacional en las fronteras norte y sur para rechazar la movilidad humana que cruzaba toda Centroamérica.
La situación no cambió con Joe Biden, quien enfrenta muchos problemas internos y una política exterior que no pasa por su mejor momento, luego del retiro de las tropas norteamericanas de Afganistán y el reconocimiento tácito de perder una guerra que duró 20 años. No puede abrir un nuevo frente con la migración en su frontera sur y encarga el trabajo sucio al gobierno mexicano de no permitir que los migrantes crucen el territorio rumbo a Norteamérica.
Ahora tenemos un problema que se suma a la pandemia, la vacunación y la crisis económica que arrastramos desde 2019; complicado el escenario para todavía cuidarle la espalda a los gringos. Se distraen recursos por el desplazamiento del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional en tareas de agentes migratorios, dejan de atender la inseguridad doméstica. La federación, los gobiernos estatales y municipales fronterizos deben satisfacer las necesidades básicas de los miles de rechazados por la patrulla fronteriza, los cuales se han asentado caóticamente en las ciudades colindantes con la Unión Americana.
La Casa Blanca mandó señales de que al menos a mediano plazo no podrá cumplir con la promesa del presidente demócrata de aceptar una migración regulada y asilo a los expulsados por razones políticas o económicas, por lo que avienta la papa caliente a nuestro país, quien no tiene el dinero ni la infraestructura para solventar los requerimientos de tanta gente.
Por eso es importante el plan que propuso la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, para solucionar de manera rápida, estratégica y definitiva la movilidad humana irregular propiciada en la región por la falta de crecimiento económico, los conflictos políticos, la pérdida de empleo y la incapacidad de crearlos, la falta de oportunidades para una mejor educación, la violencia criminal o intrafamiliar, el incremento poblacional y el rezago rural.
La CEPAL propuso la implementación de 15 programas para detonar el crecimiento económico que incentive el arraigo de la gente con mejores condiciones de vida y oportunidades de empleo, vivienda, educación y salud. Uno de esos tópicos es la disposición inmediata de 45 mil millones de dólares en 114 proyectos de infraestructura e incluso propuso un plan de autosuficiencia sanitaria que disminuya la dependencia del exterior mediante el establecimiento de laboratorios regionales con inversión de la industria farmacéutica local para producir vacunas y medicamentos.
Esa es la solución definitiva y sostenible a la migración centroamericana. Como dice la bióloga y diplomática Bárcena, la movilidad humana debe ser una opción y no una obligación.