REGRESA EL PROTECCIONISMO

Héctor O. Fajardo/

Aunque vivimos en un mundo cada vez más globalizado, los populismos de izquierda y derecha nos quieren lanzar al abismo de las economías cerradas, de la utopía de las sociedades autárquicas. Donald Trump lo anunció como candidato republicano y presidente electo; según él, hará de nuevo grande a los Estados Unidos, a base de convertirse otra vez en el policía del orbe, de decidir dónde fortalecer las democracias liberales, reprimir a los pueblos que no comulgan con el big stick, cobrar tributos a naciones que exportan productos a la Unión Americana y tener el control sobre la amenaza de una Tercera Guerra Mundial. Pero, sobre todo, reactivar la economía doméstica con la producción de productos que hasta ahora se importan, sin tomar en cuenta que serán artículos que pagarán más caro los consumidores gringos.

Sin embargo, el neoyorquino busca cumplirle a su electorado y hacer realidad las promesas de campaña como es la creación de más empleos mediante el regreso de las empresas que apostaron por asentarse en otros países donde la mano de obra es más barata o se benefician de exenciones fiscales. Ofrece más plazas laborales con la expulsión de millones de migrantes, aunque sean trabajos mal remunerados o denigrantes para el americano promedio.

Pero no solo es demencial el populismo de derecha, también en México se ve el proteccionismo como un eficaz recurso para defenderse de las medidas que toma la Casa Blanca para arropar su economía y de paso frenar la crisis migratoria y el narcotráfico, fenómeno que se ha convertido en un problema de salud pública y de seguridad nacional. Los gobiernos de la 4T, preocupados más por mantenerse en el poder con un proyecto político que busca administrar la pobreza con fines electoreros mediante programas asistencialistas -pensiones para viejitos y no tan viejitos y becas a los ninis-, han fracasado como administradores públicos y llevado al país a un decrecimiento económico no visto desde 1982 y nos han tenido al borde de la recesión como en 1932.

La falta de un verdadero programa económico que impulse crecimiento y desarrollo desde hace siete años ha desgastado la relación con nuestros socios comerciales y se agravó la situación cuando arribó Trump al gobierno por segunda ocasión.  México tuvo la posibilidad de convertirse en una potencia mundial, pero -como dice el cronista deportivo “era suya y la dejó ir”-, con el nearshoring y el interés estratégico que tiene el país con el mayor mercado del mundo para acercar los productos asiáticos y de la Unión Europea o la manufactura de los mismos. Obtusos nuestros gobernantes, pensaron que la oferta era eterna y desperdiciaron la ocasión; amedrentaron la inversión extranjera por falta de certeza jurídica y la aberrante elección de jueces, magistrados y ministros. 

Ante la crisis de los sistemas neoliberales, los conflictos internacionales y el avance de los populismos, se recurre al proteccionismo y las economías cerradas para generar empleo y consumo interno. La concentración en el Zócalo, cuyo objetivo quedó superado por la postergación de los aranceles a las exportaciones mexicanas, fue una mera exhibición de control de las masas, mostrar músculo para decir al mundo que los pobres y no tan pobres, además de empresarios agachones y políticos orgánicos, están con la 4T. La presidente no desaprovechó la concentración de acarreados para anunciar las medidas proteccionistas que impondrá el régimen. En los años cincuentas y sesentas, el desarrollo estabilizador se basó en el modelo de sustitución de importaciones y funcionó. Fue una época dorada para el país porque se fortaleció la industria nacional y se generó empleo, además de una equitativa distribución de la riqueza, pero eran otras las condiciones mundiales provocadas por la guerra fría y una distinta paridad.

Ahora enfrentamos la amenaza real de salir del T-MEC, tener que pagar millones dólares por paneles perdidos, la salida de capital -las nuevas inversiones extranjeras solo son reinversión de ganancias-, y de empresas como las automotrices o de energías. El gobierno, lejos de enfrentar esos retos, prefiere el proteccionismo con medidas que solo fortalecen el mercado interno: alentará el consumo interno, ampliará la autosuficiencia alimentaria y energética -propuesta demagógica con años sin cumplir-, inversión pública -dinero del gobierno para caminos rurales, nada de verdadera infraestructura- y los programas sociales, barril sin fondo que se agotará más pronto que tarde.

Las economías cerradas fracasarán, tanto en México como en Estados Unidos.

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