Por: Arturo Paz, reportero de Nuevo México Plural
Se da a conocer carta en la que se menciona lo siguiente, desde el color de la tierra que somos el Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, junto a las organizaciones, colectivos e individuos que han decidido suscribir la presente carta, con dolor y rabia hacemos nuestro el luto que inunda los campos y las ciudades ante las más de 124 mil personas desaparecidas; y con respeto nos dirigimos a todas y todos los que de forma incansable buscan entre la muerte a quienes nos esconde el poder criminal que gobierna este país.
Señala que, no piden perdón por buscar, porque en su búsqueda está la verdad que el sistema quiere ocultar, porque nos enfrentamos a un enemigo que no solo quiere nuestras vidas, sino también nuestro futuro.
Afirman repudiar la campaña de desprestigio y criminalización que hacen al unísono gobiernos corruptos y grupos delictivos en contra de las madres, padres y familias buscadoras; campaña que está dirigida a generar condiciones para la represión por parte de los gobiernos o sus narco-paramilitares, capaces de engendrar crímenes de lesa humanidad como el horror del crematorio clandestino de Teuchitlán, Jalisco, que aunque le llamen como quieran y pretenden justificarlo criminalizando a las víctimas, es un centro de exterminio al servicio del capital, el mismo que sostienen y protegen quienes dicen gobernar este país.
Observan indignados como esta estrategia de desprestigio y criminalización es la similar a la que los militares y el gobierno federal han ensayado en los años anteriores en contra de las madres y padres de los 43 de Ayotzinapa y sus asesores, otra herida viva, otro infierno desatado por este narcoestado.
Ven cómo los cárteles criminales y sus grupos armados, de manera notable el Cartel Jalisco Nueva Generación, son protegidos por los gobiernos; como les otorgan impunidad y apoyo a través de las fiscalías, los jueces y los cuerpos de seguridad pública, incluidos los militares. Y estos cárteles son también los invasores agrarios, son los guardias de la mina, del parque eólico, los que venden el agua de los pueblos, los que ejecutan la obra pública y administra municipios, regiones y estados enteros, los que apuestan a la privatización de la tierra y le ponen precio, los que dividen y confrontan a nuestras comunidades, los que inundan de droga los territorios indígenas, los que roban maderas preciosas, los que administran y operan la trata de seres humanos, los capataces del trabajo esclavo en maquiladoras y agroindustrias, los que hacen de la muerte de niños y jóvenes su estrategia de expansión.
La violencia que hoy vivimos para hacer posible todo eso que el gobierno dizque de izquierda llama desarrollo, cuatro te o cuatro letras, no la habíamos vivido más que en las sangrientas guerras a las que hemos sobrevivido.
Los mercenarios al servicio del capitalismo avanzan imponiendo un mundo gobernado por el dinero y la muerte. Los campos de exterminio, los paramilitares, las fuerzas armadas y las corporaciones policiacas son parte de la misma maquinaria que despoja, asesina y desaparece.
Señalan, responsabilidad al Estado mexicano, a sus instituciones y a los intereses capitalistas que lo sostienen, de cualquier daño a las madres, padres y familias buscadoras. Su lucha es nuestra lucha, porque en ella está la defensa de la vida, la tierra y la autonomía que son raíz de la esperanza colectiva.
Y por último, llaman a los pueblos originarios, a las comunidades en resistencia y a la sociedad consciente a levantar la voz y la memoria, emitiendo comunicados, haciendo acciones, murales, ceremonias y palabras que exijan justicia. Porque en la memoria de nuestros desaparecidos está la semilla de un mundo nuevo, donde el capital no gobierne, donde la vida valga más que el dinero y donde los pueblos florezcan libres.