¿QUÉ NOS DEPARA EL 2025?

Por Héctor O. Campos Fajardo/

En enero del próximo año se cumplirán los primeros cien días del gobierno de Claudia Sheinbaum. Coincidirá con el arribo del populista Donald Trump a la Casa Blanca y entonces sabrá México lo que es amar a Dios en tierra de indios. No solo enfrentará la presente administración los retos de una crisis económica que amenaza con convertirse en una de las peores desde 1936, con el persistente crecimiento cero, la falta de inversión y de empleos, con inflación que rayará en la deflación y sin una política económica que proyecte el desarrollo nacional, también enfrentará las amenazas, muy reales, del republicano que busca detener la migración ilegal a través de nuestras fronteras y acabar con los cárteles mexicanos a quienes pretende declarar como terroristas para combatirlos en territorio mexicano e imponer aranceles a productos de exportación para someter a las autoridades del país y que cumplan con las demandas norteamericanas, además de revisar el T-MEC y obligarnos a cumplir con sus cláusulas.

Ante el gran desafío que representa la agresiva política del multimillonario neoyorquino, la presidente ha recurrido a la narrativa chauvinista, al llamado patriotero, al falso nacionalismo para justificar la falta de una política pública para frenar la violencia, el avance del narcotráfico, la pérdida de gobernabilidad y la ausencia de creatividad para diseñar una estrategia de crecimiento económico que genere empleo y evite la fuga de mano de obra, amén de contar con un programa migratorio que pueda contener el éxodo de latinos en aras del sueño americano y recibir a los miles de compatriotas y centro y sudamericanos, además de caribeños que serán deportados a partir del 20 de noviembre del 2025.

Frente a los anuncios del nuevo presidente norteamericano de imponer aranceles si no se frenan las caravanas de trashumantes, de combatir a los cárteles como terroristas u obligar a México a cumplir con las cláusulas del T-MEC, la mandataria recurrió al consabido llamado a la unidad nacional -y tanto que fomentaron la polarización y la confrontación social-, para frenar a los gringos que ahora no buscan invadirnos con afanes imperialistas o colonizadores, sino para atacar, allá si de raíz, el  tráfico de drogas y las adiciones que hoy representan no solo un problema de salud pública sino de seguridad nacional.

Como la imagen religiosa que ostentaba AMLO para exorcizar la epidemia de COVID-19 con la frase detente satanás, la sucesora del tabasqueño recurre al himno nacional y nos arenga para tomar las armas en contra del invasor al ritmo de mexicanos al grito de guerra. Es un llamado a una verdadera invasión armada que vulneraría la soberanía nacional y hasta nos quitarían más territorio, ahora que Trump quiere que seamos una estrella más en su bandera. No tenemos cómo detener al ejército más poderoso del orbe.

Y siguió la mata dando. Al perder el panel internacional sobre el maíz transgénico -que no transgénero como afirmó el impresentable “gobernador” sinaloense y, ¡válgame Dios!, ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa-, resurgió el discurso patriotero de sin maíz no hay país y la orden de modificar la Constitución para evitar el cultivo del maíz modificado, cuando desde 1993 se importa el grano. En 2025 habrá que pagar millonaria indemnización a los productores gringos, a pesar del llamado de guerra de la masiosare de Palacio Nacional.

En materia de seguridad pública, la nueva estrategia gubernamental empezó con el pie izquierdo y más allá del muy publicitado operativo enjambre, pocos resultados ha dado en el combate a la violencia y a un costo muy caro para los encargados de dar seguridad a la población. El problema es que buscan reducir la impunidad en un país donde el 96 por ciento de los delitos quedan sin castigo, en lugar de utilizar la inteligencia para prevenir los ilícitos. Además, poco se ha hecho para recuperar la gobernanza en entidades como Sinaloa, Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Zacatecas, entre otras entidades administradas por Morena.

No es muy halagüeño el panorama para el año entrante, y más allá de las arengas para detener al invasor, México debiera tomar en serio las amenazas del nuevo gobierno americano y trabajar en una estrategia de contención de los migrantes y de reubicación de los connacionales deportados que lo que menos quieren es regresar a su país, además de atacar a los barones de la droga no solo con decomisos, sino con aprehensiones y aseguramiento de sus activos financieros y el sello de los puertos y fronteras. Urge una política pública que regrese la paz y tranquilidad social, frene la violencia y expulse a las mafias de la administración pública. Los mexicanos merecen que su gobierno les brinde seguridad y no esperar a que los gringos hagan el trabajo de los funcionarios locales.

Mientras tanto, reciba mis mejores deseos de que 2025 sea un año venturoso para usted amigo lector. 

Felices fiestas. 

Related posts